Los grandes movimientos de estos últimos veinte
años fueron: la revuelta de los estudiantes, las grandes huelgas obreras que
hicieron suyas algunas de las lucha de los estudiantes, la lucha en las
instituciones psiquiátricas y finalmente, uno de los más importantes, la lucha
de los movimientos comunistas. Este momento hizo tener esperanzas en que el
mundo pudiera cambiar. Hubo ilusiones, pero también una serie de certezas. Hemos visto, por ejemplo, que cuando el
movimiento obrero toma en sus manos luchas reivindicativas, de liberación,
antiinstitucionales, esta ilusión se vuelve realidad…”
Franco
Basaglia, San Pablo, Junio 1979
“La Condena de Ser Loco y Pobre” Editorial Topia
Dos semanas después que el Poder Ejecutivo reglamentara a través del
Decreto 603/12 la Ley 26.657 (Ley Nacional de Salud Mental), la cual establece en
su reglamentación (Artículos 27 y 28) el cierre definitivo de los hospitales monovalentes
para el año 2020 y la promoción de internaciones
de salud mental en hospitales generales, la Universidad de Buenos Aires acaba
de anunciar con fanfarrias la remodelación de las dependencias del Departamento
de Salud Mental del Hospital de Clínicas “José de San Martín” (Hospital-Escuela
dependiente de la UBA y del financiamiento del Estado Nacional) en su área de
prensa y difusión
Quien se haya entusiasmado con la reglamentación de
la Ley y el reciente anuncio de las autoridades universitarias tiene todo el derecho
a confiar en la puesta a punto en obras de la ansiada “desmanicomialización” en
sintonía con lo establecido.
Otros, que a la hora de pensar una Ley no solamente
por su contenido sino en un marco histórico determinado, hemos puesto la lupa y
quizás pecado de “desconfiados”, hemos reservado el júbilo en relación a
cualquier supuesta reforma progresiva.
Vamos a basarnos en la reglamentación, y para el
caso, en su Artículo 28, el cual establece que “deberá entenderse que la expresión hospitales
generales incluye tanto a los establecimientos
públicos como privados (…) a los efectos de contar con los recursos
necesarios para poder efectuar las internaciones de salud mental en hospitales
generales del sector público, el Ministerio de Planificación Federal, Inversión
Pública y Servicios y el Ministerio de Salud deberán contemplar la construcción
de nuevos hospitales, áreas destinadas específicamente a la atención en salud
mental, promoviendo que igual criterio adopten todas las jurisdicciones…” (sic)
Creemos valernos de total derecho a “pensar mal”
cuando se homologa el término “hospital” (general) tanto a “los
establecimientos públicos como privados”.
Cualquiera con dos dedos de frente sabe que en “la carrera” de los distintos
subsectores de salud, entre los sanatorios y clínicas psiquiátricas privadas y
el hospital público en franco proceso de derrumbe, quién se lleva las de ganar
a la hora de ofrecer un servicio “óptimo” (desde luego, para aquellos que tengan
la cobertura necesaria para contar con los mismos).
Sin embargo, enterarnos gracias al comunicado de la
Universidad de Buenos Aires sobre la remodelación de las instalaciones
pertenecientes al Departamento de Salud Mental de su Hospital (público) “Escuela”,
quizás nos podría permitir abrigar un halo de esperanza contra cualquier
especulación desconfiada o intrigante que podamos mantener frente a las características
de la ansiada “desmanicomialización” ordenada por la Ley y su reglamentación.
La noticia informa, palabras más, palabras menos,
que el Rector Hallú participó de la reinauguración del sector junto al
Vicedecano de la Facultad de Medicina, el Director del Hospital, el Jefe de
Departamento de Salud Mental del establecimiento, el Jefe de Trastornos de la
Conducta Alimentaria y…una tal Nelly Arrieta de Blaquier.
Hasta el
último apellido mencionado, nada nos debería extrañar. Todo lo contrario. La
noticia debería ser el “puntapié” casi fundacional para que lo establecido por
Ley (el pasaje del monovalente al hospital general en relación a las internaciones
es en salud y dispositivos ambulatorios) se convierta en
regla y no en excepción.
Sin
embargo, lejos que aparezca en un típico acto de “corte de cinta” algún
funcionario de las carteras ministeriales que señala la reglamentación del
Artículo 28 de la Ley Nacional de Salud Mental, nos topamos con una “señora
gorda” cuyo apellido representa una de las principales familias de la
oligarquía patronal de nuestro país, empapada de sangre en la última dictadura
militar genocida de nuestro país.
Quien
ignore que significó la tristemente célebre “Noche del Apagón” en el mes de
Julio de 1976 en el Departamento de Ledesma, Provincia de Jujuy, y cuánto tuvo
que ver la familia Blaquier (muy emparentada al actual Gobierno “Nacional y
Popular” en todos estos años), puede averiguarlo por sus propios medios.
Lo siniestro
(diría Freud, u “ominoso”) empieza a invadir nuestro Por-Venir de una Ilusión desmanicomializadora. ¿Qué haría un personaje
de semejante calaña en la reinauguración de un área de Salud Mental de un
Hospital Público, en lugar de un funcionario de Estado tal cual lo establece la
nueva Ley y su reglamentación?
El comunicado
oficial viene a responder nuestra pavorosa duda: “…Había iniciado los discursos el Jefe del Departamento de Salud Mental,
Roberto Doria Medina, quien luego de hacer referencia a la generosidad filantrópica de Nelly Arrieta de Blaquier…” (sic)
Las palabras de la
Sra. Arrieta de Blaquier, quien desde luego cerró el acto manifestando su
alegría “porque esta obra sea la iniciadora de otros contagios que van a venir, a
partir inclusive de la envidia y es
bueno que se contagien así sea por envidia, y es bueno que se contagien para
que siempre haya algo nuevo en el hospital…”
Las palabras de la
Sra. Arrieta de Blaquier grafican que, lejos de la “contemplación” que indica
la reciente reglamentación de la venerada Ley por parte de las áreas
ministeriales para la reconversión de áreas de internación en salud mental y
dispositivos ambulatorios en hospitales generales (repetimos, según la
reglamentación, “establecimientos públicos y privados”), la tendencia indicaría
que las “transformaciones desinstitucionalizadoras” y la “inclusión mental” en
el sistema de salud dependerán del “contagio” de un puñado de ricachones y
oligarcas que movidos por “la envidia” de la “generosidad filantrópica” de
algún par, se vea “movilizado” a poner alguna “caja chica” en algún hospital
público para la apertura de áreas de Salud Mental (y de paso a lavar algunas “culpas”
y dólares de los miles de millones de dólares que mensualmente evaden al
fisco).
No somos optimistas.
Por más reglamentación y Ley que haya y que establezca lo que establezca. Las
leyes de la historia y de la lucha de clases suelen ser más determinantes que
las presuntas justezas que se establezcan en una Ley. El párrafo de Franco
Basaglia que da comienzo al presente artículo intenta simplemente destacar su
perspectiva histórica a la hora de reivindicar su “reforma psiquiátrica” en
Italia, durante las décadas del ´60 y ´70 del siglo XX.
El lector podrá
sacar sus conclusiones entre los puntos de encuentro que podrían llegar a tener
“la lucha de los movimientos comunistas” que refiere Basaglia para caracterizar
un elemento determinante en su tarea de “emancipación de la locura” con los “cortes
de cinta” de la “generosidad filantrópica” de la familia Blaquier, bajo el
auspicio del actual Rector de la Universidad de Buenos Aires, y con el –hasta ahora-
silencio llamativo de muchos apólogos oficialistas gubernamentales de su
presunta “desmanicomialización”.
Hernán Scorofitz