La inminencia del
“fin de ciclo” del kirchnerismo comienza a derrumbar como un castillo de naipes
algunas presuntas “verdades” del Proyecto. La proclamada bandera del “bienestar
en la salud de los trabajadores” durante la llamada “Década Ganada” como
“relato” parece estallar por los aires.
Algunos datos
epidemiológicos y estadísticos hablan a las claras que la llamada “reactivación
económica y laboral” desde el año 2003 hasta los inicios de la nueva etapa
recesiva -donde empiezan a destacarse en el mercado laboral los despidos y
suspensiones- ha traído aparejado un sinfín de padecimientos, “trastornos” y
“cuadros psiquiátricos” diversos en el campo de la salud mental de la clase
obrera. La tan vanagloriada “inclusión laboral del Modelo” como “remedio”
habría sido –en muchos casos- peor que la “enfermedad” de la desocupación
noventista.
A la hora de poner la lupa tanto en la
casuística del tendal de “licencias psiquiátricas” registradas por la propia
Superintendencia de Riesgos de Trabajo (dependiente del Ministerio de Trabajo
de la Nación) como del aumento exponencial en los últimos diez años de consumo
de determinados psicofármacos (destacándose de manera preocupante el fenómeno
de la automedicación) no es aventurado inferir que las bases explosivas en que
se desenvolvió la “reactivación laboral” resultaron ser más patógenas que
saludables para un vasto sector de la clase obrera argentina. ¿El vértice de
este proceso? La precarización laboral y
el incremento de los ritmos –enfermizos- de trabajo.
Guiándonos por los últimos datos
del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC) al momento de iniciar la
investigación (que se puede leer en su versión original en el sitio Web de la
Revista Topía http://www.topia.com.ar/articulos/salud-mental-y-clase-obrera-argentina-%E2%80%9C-d%C3%A9cada-insalubre%E2%80%9
) el 75% de la población ocupada no traspasa como “techo” de remuneración
salarial la suma de $6500 mensuales (con una canasta familiar que en medio de
una espiral inflacionaria bordea los $10.000), mientras que la mitad de dicha
población (tanto los trabajadores en empleos formales como informales) gana
menos de $4.040 al mes. El mismo informe
da cuenta que el casi 34% de los
asalariados (un poco más de 4 millones) trabaja “en negro”; por otro lado, si
bien la cifra de desempleo ha bajado al casi 6%, el análisis cualitativo de las
propias estadísticas del INDEC habla por sí solo: quienes tienen empleo
obtienen bajas remuneraciones, las cuales están a su vez condenadas a una
constante depreciación por los embates inflacionarios. Tomando al 25% de la
población trabajadora gana por debajo de $2500 (casi un quinto del valor de la
canasta familiar).
De acuerdo a un
informe de la Superintendencia de
Riesgos del Trabajo, dependiente del Ministerio de Trabajo de la Nación, en
base a la evolución de accidentes de trabajo y enfermedades laborales entre el
año 2005 y 2011, el último año medido (2011) supera a los anteriores en
relación a “casos notificados con días de
baja laboral”, observando una tendencia ascendente de dicha variable en
simultáneo de la tendencia decreciente de los índices de desempleo A mayor
empleo, mayor “casos notificados con días de baja laboral”. El agravante resulta ser para el caso que muchos “cuadros
psicopatológicos” (trastornos de ansiedad, depresión, ataques de pánico,
estrés, etc.) pueden quedar “invisibilizados” como causal de inasistencia
laboral justificada, lo cual obliga al trabajador –máxime si trabaja “en
negro”- a concurrir muchas veces automedicado a cumplir con sus tareas con el síntoma “a
cuestas”, quedando omitido como “caso notificado de día de baja laboral”.
La segunda pata el fenómeno “nac and pop” resulta ser justamente el aumento sustancial de la
medicación psiquiátrica dentro de la población trabajadora (y en particular la
preocupante consolidación de la automedicación como hábito) ´desde el año 2003:
de acuerdo a propias estadísticas
extraídas del Documento “Una Mirada
Específica sobre la Problemática del Consumo de Psicofármacos en Argentina 2012”
publicado por el Observatorio Argentino de Drogas (dependiente de la SEDRONAR-Presidencia
de la Nación) en el mes de Marzo del 2013, si alguien ha registrado como propia
a la “Década Ganada” han sido los laboratorios farmacéuticos. Guiándonos por
dicho documento oficial, más de 3
millones de argentinos consumen ansiolíticos, lo cual representa el aumento de un 40% durante el período
2003-2013, sumado a que casi el 20% de la población adulta consume
tranquilizantes: “…En Argentina unas
3.303.629 personas (el 18% del total de población nacional), de entre 12 a 65
años hicieron uso de tranquilizantes o ansiolíticos. Los más utilizados para
calmar nervios o para poder dormir son valium, lexotanil, alplax u otros. El
consumo es mayor entre las mujeres y aumenta a partir de los 35 años…”
El
problema de la automedicación como conducta cada vez más tipificada en la
población trabajadora no es menor: un informe del Sindicato Argentino de
Farmacéuticos y Bioquímicos alerta que el consumo de medicamentos sin receta ha llevado a 22 mil muertes por año
(especialmente en trabajadores en edad jubilatoria), mientras que –de acuerdo
al informe de la SAFyB- el 40% de la
población consume sedantes y estimulantes sin prescripción médica.
Asimismo,
algunas estadísticas de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA)
también actualizados al año 2013 confirman la tendencia: la venta de remedios que actúan sobre el sistema nervioso trepó el
24,67% entre 2004 y 2012. Los números verdaderamente alarmantes del mercado
farmacéutico se entienden cuando los especialistas indican que un 40% de la
población argentina adulta padece de trastornos del sueño, el cual ya es casi
una epidemia. La sobrecarga laboral
figura entre las principales causas.
El aumento en las
solicitudes de licencias psiquiátricas (sin contar a los trabajadores no
registrados) y en el consumo astronómico (y autoconsumo) de ansiolíticos y
sedantes entre la población trabajadora durante la “Década Ganada” muestra
claramente que el “beneficio” de la “reactivación del Modelo”, sobre bases de
un cuadro de extrema precarización laboral, se ha contabilizado más en las
arcas y cuentas bancarias de la clase capitalista nacional y extranjera, en
detrimento de la subjetividad y la Salud Mental de la clase obrera argentina.
Las reflexiones preliminares que cualquiera podría sacar sobre la base de los datos
vertidos obligan a una nueva etapa de análisis cuando el “fin de ciclo” empieza a dar paso a una ola
de despidos y suspensiones.
Hernán Scorofitz