jueves, 11 de abril de 2013

CATÁSTROFES SOCIALES: CUANDO LO QUE INUNDA ES EL TRAUMA




Cualquier implicancia humana con la catástrofe social (y no “natural”) que padecen por estas horas centenares de miles de ciudadanos en barrios de la Ciudad de Buenos Aires y en La Plata y sus alrededores como consecuencia de la grave inundación “causada” por las lluvias (y por un régimen social) me hubiera llevado por mi historia, inevitablemente, a un recuerdo para nada “encubridor”, tomando algunas categorías tempranas que oportunamente propuso Sigmund Freud para referirse a su joven paradigma del trauma.
 El problema no es ahora sino cuando baje el agua”. Escuché por primera vez esa frase los primeros días de mayo del 2003, cuando se produjo la gravísima inundación en una parte importante de la Ciudad de Santa Fé, consecuencia del desborde del Río Salado.  23 muertos según los informes “oficiales” de las autoridades nacionales y provinciales de por entonces. Muchísimos más según comentarios “extraoficiales”, muchas veces más “confiables”.
Tuve la oportunidad de escuchar esa frase “in situ”, por haber encabezado una delegación estudiantil de la Federación Universitaria de Buenos Aires, la cual  junto a distintos movimientos sociales había realizado una imperiosa colecta de alimentos, ropa y distintos artículos en facultades y barrios, con el mandato sagrado de viajar al lugar y garantizar la entrega a los principales afectados.
Pudimos llegar luego de sortear una serie de dificultades impuestas por el propio Estado, cuyo otrora Gobierno consideraba algo inoportuno que movimientos sociales y estudiantiles llevaran a cabo una acción solidaria con los damnificados, aún pudiendo resultar paradójicamente un aliciente en el humor de los afectados frente a las elocuentes responsabilidades de ese mismo Estado. Lógicamente que a diferencia de una simple “acción de gracias” (que en determinadas circunstancias trágicas nunca está de más), no solo distribuíamos “lo recolectado” sino también nos hacíamos eco de su denuncia: “¿por qué siempre que llueve lo que nos inundamos somos los pobres?” Lo cual para un Estado a veces puede conllevar irremediablemente a una pregunta mucho más "peligrosa" luego de alguna respuesta tentativa de la primer pregunta: “¿Entonces qué hacemos?
Una vez sorteado distintos retenes del Ejército y Gendarmería camino a la Ciudad de Santa Fé, el panorama que me encontré al ingresar a los lugares “transitables” del casco urbano   –que todavía lindaban con muchos “intransitables”- era muy parecido a lo que siempre me imaginé que intento graficar John Milton, el poeta y escritor inglés quien en las primeras décadas del Siglo XVII en su clásico El Paraíso Perdido  bautizó como  Pandemonium a la Capital del Infierno.
El problema es cuando baje el agua”, me dijo un viejo  en un humilde y arrasado  barrio llamado Santa Rosa,  creo;  impávidamente me contaba que había perdido absolutamente todo. Hasta su perro, única compañía. A su mujer, según él, ya la había perdido hacía algunos años.
Resultaba curioso. La frase del pobre viejo graficaba algo que no me hubiera imaginado. Suponía desde mi incrédulo e inexperto sentido común que “lo traumático” debía ser el agua. Pero no. Ese monto de angustia de los damnificados  cuyo devenir en desazón, vacío o furia dependía de algunas horas, quedaba absolutamente supeditado a “lo de abajo del agua”, pero no “al agua”. Para peor, esa imagen temida y odiada de los kilómetros de extensión de inundación terminaba actuando como un “velo” para cubrir el vacío del desastre (y) de esas vidas.

El Trauma (en la) como Catástrofe

Las catástrofes sociales en la historia de la humanidad resultaron ser paradójicamente una fuente de “inspiración” para el psicoanálisis en desarrollo algunas décadas después de su nacimiento. Sin la sanguinaria Gran Guerra Imperialista durante gran parte de la segunda década del Siglo XX, Freud quizás no hubiera ni siquiera rozado su resignificación de los conceptos –nada más y nada menos- de neurosis y trauma para arribar a una  estación “terminal” vital para la clínica de nuestros días: la pulsión de muerte y la repetición.
Dos años después de la culminación de la Gran Guerra, oh casualidad, Freud presenta en sociedad en su Más Allá del Principio de Placer, una casi inesperada conclusión en base a sus casi tres décadas de práctica clínica, evidentemente “afectada” por la escucha de los soldados que retornaban del frente de guerra… ilesos. Hasta ese entonces, en el aparato psíquico del individuo, el Principio de Realidad resultaba ser la negación de su par antagónico, el Principio de Placer: actuaba como un fiscal acusador del “buen placer”. La “cura” analítica pasaba por emancipar de las cadenas represoras al individuo ese monto de placer enclaustrado en el “inconsciente”. 
 Justamente, a partir de 1920, el inconsciente para Freud pasa a cobrar otro carácter más enigmático y complejo: lejos de ser simplemente una suerte de “paraíso perdido” alojador de placer reprimido al cual llegar por la vía interpretativa, ahora el inconsciente pasaría a estar de un costado indisociable a una nueva categoría: la “compulsión a la repetición”. Repetición del carácter más siniestro del individuo, contra sí mismo.
La Pulsión de Muerte como “com-PULSION a la repetición” en el inconsciente hace su aparición en escena de la manera más tétrica en el relato de los soldados que volvían del frente bélico afectados por sus escenas traumáticas, pero con una particularidad: los que no habían padecido ninguna marca, lesión o afección en el cuerpo eran los que solían inevitablemente revivir de manera enviciada y reiterada las escenas traumáticas en sueños y fantasías. Toda una lección. La Neurosis vuelve de la Guerra como –bautizaría Freud- una “Neurosis de Guerra”. Para peor, el sueño (traumático) como manifestación inconsciente ya no sería solamente una realización del deseo del soñante, todo lo contrario. Pasaría a engrosar la columna de enigmas para “ese” psicoanálisis de época, y nada más y nada menos que para su Padre.
Algunos (muchos) años más tarde, Lacan intentaría aportar cierto destello de luz al enigma sosteniendo que en los sueños traumáticos de lo que se trata es de “ligar” la energía como intento de dominación sobre el acontecimiento traumático. Ligazón como voluntad de inscripción (de representación) en la psiquis, algo así como construir un camino ciertamente fértil destinado a que los significantes puedan deslizarse y “ligar algo” (como suele referirse en el “truco”, juego criollo por excelencia ). Condensación y Desplazamiento de representaciones en Freud… Metáfora y Metonimia de significantes en Lacan.
En esta senda sinuosa, si de algo dieron testimonio las “neurosis de guerra” que “descubrió” Freud en el tortuoso relato de los veteranos de guerra, es que el trauma confiesa que siempre hay un “resto” no ligado en la psiquis.
Luego de años de insistencia del propio Lacan en identificar al inconsciente con esa –maldita y gozosa- repetición por la vía de la insistencia significante, un volantazo sorprendería a más de uno en su Seminario XI.

El análisis, más que en ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real"

La “pregunta del millón” sería por indagar sobre el paradero de ese “real”. Lacan propone como una suerte de brújula para un (imposible) hallazgo, un encuentro (fallido) condenado a escurrirse por merodear fuera de la frontera de lo simbólico. Así, retomando un término aristotélico, nos brinda la Tyche, encuentro con lo real, un “más allá” del camino enjabonado de significantes cuyo automaton marcaría la pauta de lo “sí” ligado.
Nada más irreductible en lo real que el trauma. Quantum psíquico anárquico e impronunciable… el dichoso “sin palabras” que a tantas veces solemos mencionar. Trauma como máxima prueba de un encuentro (siempre fallido) con lo contingente.  Originario de “adentro” o de “afuera”. Pero siempre con una fuerte resonancia y conmoción en el fantasma singular de cada sujeto.

Cuando lo que Inunda NO Es Solamente el Agua

En los últimos días, las consecuencias de las graves inundaciones en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata y sus alrededores, con barrios literalmente sumergidos bajo el agua, han no solamente desnudado las miserias de un régimen social –que parece haber retrocedido a una instancia Paleozoica, cuando la suerte de las civilizaciones primitivas estaba atada a una inclemencia natural- sino arrasado en la subjetividad de miles de vidas.
Somos testigos como se han proliferado distintos equipos “interdisciplinarios” –con predominancia de “psicólogos” (voluntarios o estatales) para “des-traumatizar” a los sujetos presuntamente afectados. En esa perspectiva, en muchos casos casi se obliga por la vía de la demanda a “hablar in situ” al sujeto en estado de desubjetivización. Con la mejor de las intenciones, sin dudas. Pero muy distinto a ofrecerle el cuerpo y la escucha, si así lo requiere.
Nuestro conservado sentido común indicaría que el sujeto “en shock” (trauma) se homologa indudablemente a “víctima”, y bajo ese significante se lo trata. Aún cuando la perplejidad por haber perdido absolutamente todo impide que alguna palabra pueda dar cuenta de lo indescriptible en la subjetividad. Victimizar a “la víctima” –aún bajo los más honorables y humanitarios fines- obtura cualquier vía de implicación con el trauma, arrojándolo sin quererlo a la repetición compulsiva más ominosa. Sin responsabilidad subjetiva, aún en situaciones donde lo que inunda no es solamente el agua sino que una marea de lo real ahoga a un (no) sujeto sin palabras, la culpa termina siendo un socio más en la desintegración subjetiva de la tragedia.
De acuerdo al manual de procedimiento,  la manera de abordaje “en situación” es pensar al sujeto como una “víctima” del cuadro –obligado- de “stress postraumático” con, por ejemplo, síntomas obligados de “pesadilla”, “irritación”, “insomnio”, “alteraciones en la concentración”, llegando a instancias muchas veces de convencimiento como terapéutica de “duelo express” que “recuperarán todo lo perdido” valiéndose de la tan bendita y "marketinera" resiliencia en el mercado actual de las psicoterapias, como punto de culminación. Si el arrasamiento de la inundación como desubjetivización jugó sus cartas la primera vez, a veces la falta de escucha también juega las suyas como segundo tiempo.      
Ese “Instante de ver” (donde de lo que se trata es solamente ofrecer el cuerpo y escuchar en silencio) que Lacan lanza como “lógica del tiempo” antes del “Tiempo de Comprender” y el “Momentos de Concluir” a veces puede ser más útil en un barrio inundado frente a semejante desintegración subjetiva que en inicio de un análisis entre las cuatro paredes de un cálido consultorio.

Mi Tyche, Mi Automaton 
  
Neurosis de destino solía llamar Freud irónicamente a aquellos relatos neuróticos donde el paciente se quejaba de una presunta y diabólica predestinación a su padecer por fuera de toda responsabilidad subjetiva.
Comencé el presente artículo obligado por las circunstancias dramáticas de los últimos días en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata, hablando de mi experiencia traumática vivida exactamente una década atrás, en las inundaciones de la Provincia de Santa Fé. Trauma en dos tiempos, sino no es trauma.
Culmino estas líneas con los principales medios de comunicación alertando sobre una inminente inundación en la Provincia de Santa Fé causada nuevamente por las copiosas precipitaciones. Una década después que asistí a mi Tyche en esa provincia cuando participé siendo militante estudiantil de la asistencia a los damnificados.
Trauma en Dos Tiempos para Freud. O la Historia también en Dos Tiempos, la que tan gráficamente describió Karl Marx en su Dieciocho Brumario, la que “…se repite al menos dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Trauma del Sujeto en una Catástrofe Social y de la Humanidad entera.
  

Hernán Scorofitz


































6 comentarios:

  1. Felicitaciones Hernán por el artículo, de divulgación sin dejar la rigurosidad, didáctico y encima revolucionario.

    Saludos
    joaquin

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  2. Me sumo a las felicitaciones por este articulo. Me siento identifica con tu relato sobre la experiencia en Santa Fé, yo soy estudiante de Psico en la UNLP y en estos días me he dedicado a ir a hablar con la gente de barrios donde ni el estado ni la solidaridad anonima han llegado, he hablado con los que se autodenominaron en una charla como "los nadie" y ha sigo una experiencia inexplicable. La cantidad de muertos en La Plata, los punteros mirandote, la gente con hambre, las miradas de esos niños...

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    1. Gracias May! Me alegro que te hayas sentido reflejada por el artículo.
      Saludos!

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  3. No conocía el blog,está muy bueno...!y me gustó mucho este escrito en particular.Saludos!

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