miércoles, 18 de noviembre de 2015

BALLOTAGE, INCONSCIENTE, RENEGACIÓN





En el mes de agosto la Revista Topía tuvo la gentileza de publicar un artículo de mi autoría titulado “Derechos Humano, Milani y Fetichismo” donde propuse cierta analogía entre algunos mecanismos inconsciente desplegados en el campo del discurso con la tenacidad política con la que no pocos militantes del kirchnerismo defendieron -hasta que fue indefendible y lo “renunciaron”- la continuidad del genocida Milani como Jefe del Ejército del Gobierno de “los Derechos Humanos”.
Algo parecido ocurre en la cuenta regresiva al ballotage presidencial, donde ante el terror y la angustia que genera en vastos sectores del progresismo (y de la población) que el estereotipo de la derecha (hoy más aggiornada y cool que “acartonada” y “conservadora”) encarnado en Mauricio Macri pueda asumir la Presidencia, el kirchnerismo nos presenta como “alternativa” a Daniel Scioli, candidato cuyo programa de gobierno y discurso (además de su origen político y de clase –familia empresarial, menemismo-) prácticamente es una “gota de agua” con la gota de agua del Jefe de Gobierno de la Ciudad. Balance aparte para la ocasión queda sobre la responsabilidad del kirchnerismo que hoy el PRO (fuerza sostenida y hasta alimentada por el Gobierno Nacional para tener como oposición una “derecha boba y de globitos de colores” con el fin de vanagloriarse que “a la izquierda mía está la pared”) se encuentre a muy poco de conducir los destinos del país e iniciar una nueva etapa de ajustes, tarifazos y devaluación contra las mayorías populares.
Cuando a quienes decidimos desistir en elegir un “mal menor” (que la historia ha demostrado que dicho criterio de elección suele devenir en “males mayores” similares a tempestades y cataclismos para los intereses populares) o a un verdugo más “light”, se nos acusa de presuntos “funcionales” a la posibilidad de la victoria de Macri, solemos señalarles la similitudes estratégicas casi bochornosas: a días del ballotage, y particularmente a posteriori del debate televisivo, lo único que diferencia a ambos candidatos es en el “gradualismo” para el futuro e inminente ajuste, basado en el techo inmediato a devaluar (Macri propondría un dólar a $15 para enero del 2016, Scioli a $12). Ambos coinciden en “redireccionar los subsidios tarifarios” (ni más ni menos en lo que para el sentido común suele llamarse “tarifazo”). Ambos coinciden en una devaluación (con la diferencia recientemente señalada). Ambos coinciden en pagar a los llamados holdouts o “Fondos Buitre”. Ambos coinciden en “tolerancia cero” a la protesta social. Ambos coinciden en “mano dura a la delincuencia”. Ambos coinciden en rechazar cualquier viabilidad institucional para legalizar el derecho al aborto. Ambos coinciden en eliminar las “retenciones” a los productores rurales (que jaquearon al Gobierno kirchnerista en el año 2008 con la legendaria “125”). Ambos coinciden en involucrar a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico (en un punto “peor”, Scioli lo ha reafirmado tomando la propuesta de Sergio Massa con mayor ahínco que el propio Macri). Ambos coinciden en “volver a los mercados” (para colmo de lo grotesco, y ante un rating que explotó el domingo a la noche durante debate televisivo en vivo, Scioli acusó a Macri de querer “tomar deuda con el FMI” y propuso como presunta alternativa volver a endeudar al país “pero con el Banco Mundial”).
Cuando le señalamos esto a nuestro espantado y resignado amigo o familiar elector de Scioli, aterrado por la idea del advenimiento macrista (como también nos aterra a nosotros), como casi último recurso y “manotazo de ahogado”, se encarga de aclararnos que en realidad “el candidato es el Proyecto” y que “el Frente Para la Victoria no es el PRO”, algo que el propio núcleo duro del mismo Scioli intenta desesperadamente desmentir en la cuenta regresiva del ballotage. A lo último, alguno nos suele confesar ante la inminencia de la tragedia que se avecina que “en algo hay que creer”.
En el artículo de marras que publiqué en la Revista Topía referencié el artículo “Ya lo sé, pero aún así” (comunicación presentada a la Sociedad Francesa de Psicoanálisis en noviembre de 1963 y publicada en Le Temps Moderns, enero de 1964) del psicoanalista francés Octave Mannoni, donde desarrolla ciertas problemáticas que muchas veces surgen en la clínica como obstáculo (por momentos, hasta epistemológico, a decir de Gastón Bachelard): las creencias.  Mannoni trabaja el texto Fetichismo de Sigmund Freud, publicado en 1927, donde analiza el problema de la creencia tomando como vértice la categoría de Verleugnung, cuya traducción más común al español es renegación, mecanismo psíquico que provoca el repudio y a la vez la desmentida del niño al percatarse –casi siempre accidentalmente en sus “series complementarias”- que la niña no posee pene, dato de la realidad que por ley transitiva conlleva a asumir la castración de la Madre, nada más parecido al horror mismo en la subjetividad del niño mientras comienza a navegar por los mares turbulentos del Edipo y la Castración.
La Verleugnung permite al niño conservar, y a la vez abandonar la creencia (que la madre “lo tiene”), permaneciendo “dividido” (o para ser más freudianos, escindido) frente a ella. Siguiendo a Freud, la Verleugnung del falo materno es la primera parada en la traumática constitución subjetiva de la sexualidad infantil como “bandera de guerra” a esa traumática y repudiada realidad: “al final, entonces, Mamá no lo tiene” y, a su vez, la usina de todas las creencias que consiguen sortear dicha desmentida de la experiencia. Desde el lenguaje, como frase de cabecera en el artículo de marras, Mannoni propondrá el “ya lo sé, pero aún así…”    
Ante la evidencia de la notable similitud entre los dos candidatos, donde se nos convoca a evitar el triunfo de la derecha con el programa de la derecha, el honesto militante -dejamos de lado a aquel que es consciente sobre todas estas responsabilidades pero sigue firme en el encubrimiento- suele quedar atónito y desairado y opta por lanzar diatribas y todo tipo de acusaciones valiéndose del mecanismo de defensa más arcaico: la negación, la Verneinung: “No puede ser…¿cómo van a dejar que gane Macri? troskos funcionales a la derecha” y toda una serie de improperios que se orientan a negar lo innegable y evidenciable.
La renegación (Verleugnung) suele continuar a la negación (Verneinung): Cuando la Verneinung se muestra incompetente e impotente ante la evidencia, surge ahí la imperiosa necesidad de un ejército de fetiches, vértices irrompibles en el “Ya lo Sé pero Aún Así..” que es el himno de cabecera en la Verleugnung que referenciamos en Freud y Mannoni, frente al repudio del niño a la castración de su Madre.
La adhesión y devoción hacia un proyecto político y sus líderes por parte de una masa obedece sin dudas a cuestiones ideológicas que no necesariamente transcurren con exactitud por los mismos andariveles de las leyes del inconsciente que guían la clínica freudiana. La alienación y la conciencia en sí o para sí como fenómenos del campo de la ideología (tempranamente “descubierto” por Marx llegando a mediados del Siglo XIX) no siempre se desenvuelven en los mismos términos del Inconsciente freudiano. Marx tomó un Sujeto escindido, alienado, integrante de una clase social, un particular de un Universal. Freud, un Sujeto escindido, alienado, abductivo, más singular (“uno a uno”) que particular. Sin embargo, el discurso y sus efectos puede a veces encontrarse como fenómeno de subjetivación en el campo de la clínica analítica y la ideología y la política. Y vaya si el “Relato” (término acuñado casi como franquicia propia por el “Proyecto” que gobierna nuestro país desde el año 2003) y el Fetiche tantas veces no suelen jugar sus cartas en el campo de las ideas en la lucha de clases, y también en nuestros divanes y consultorios.
Tomamos como propias para concluir un pasaje del artículo en cuestión de Octave Mannoni, destacando el “Ya lo Sé pero Aún” como condición necesaria para cualquiera que esté dispuesto a ver un buen espectáculo de teatro plagado de ilusiones.

 El espectador adopta, ante los juegos de los ilusionistas, la actitud del perfecto incrédulo, pero exige que “la ilusión” sea perfecta, sin que se pueda saber quién debe ser engañado; en el teatro acontece algo semejante…, o se ha imaginado la fábula del espectador ingenuo y crédulo que toma por realidad lo que ocurre en el escenario…”

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