miércoles, 9 de octubre de 2013

EL GOBIERNO NACIONAL ORDENA CERRAR EL BORDA (A MÁS TARDAR EN EL 2020)






El 8 de Octubre, con bombos y platillos, fue públicamente presentado por los principales funcionarios del Ministerio de Salud,  el Plan Nacional de Salud Mental basado en los más importantes lineamientos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y la Ley 26.657 (Ley de Salud Mental), que fuera aprobada por unanimidad en el 2010 (votada por kirchneristas y opositores) y recientemente reglamentada a finales de mayo de este año, luego de un sinfín de cabildeos y negociaciones con las mismas corporaciones médicas asociadas a los pulpos farmacéuticos.
Si bien el Plan destaca los aspectos “positivos” de la Ley (derechos humanos y ciudadanos de pacientes, abordajes interdisciplinarios y comunitarios, etc.), traza como “meta principal” el cierre de los hospitales monovalentes de Salud Mental para el año 2020: “El Estado argentino dispuso que no haya más instituciones monovalentes en funcionamiento a partir del 2020. Y este plan marca un rumbo para que los hospitales generales vayan tomando la posta” (Pág. 7)… En el punto 11.1.9 (Pág. 45) tajantemente ordena como “Meta”: “Que a noviembre de 2020, el 100% de las personas con padecimiento mental que se encuentran institucionalizadas con más de 2 (dos) años en efectores públicos sean externados e incluidos en un hogar de referencia o en dispositivos residenciales comunitarios…” (negritas del autor de la presente nota).
La orientación del Plan Nacional explícitamente –siguiendo las recetas de la OMS en los últimos 30 años- insta al cierre “gradual” de instituciones monovalentes para la presunta apertura de nuevas prestaciones  y “abordajes comunitarios” de los llamados “dispositivos alternativos” y hospitales generales. Sin embargo, el Plan mientras establece un  cierre “en cuotas” de los llamados “neuropsiquiátricos”, deja al libre albedrío de las administraciones capitalistas provinciales y municipales la readaptación de la red hospitalaria del sector público, dejando abierto un panorama de suculentos negocios en prestaciones al sector privado y “semi-privado” (clínicas de obras sociales, Fundaciones, ONGs). En este sentido, cualquier kirchnerista que pretenda denunciar a Macri la próxima vez que intente pisar con las botas de la Policía Metropolitana los terrenos del Borda, estará obligado a llamarse a silencio.
La reglamentación de la Ley 26.657 (Decreto 603/13, 28/05/13),  establece que “…deberá entenderse que la expresión hospitales generales incluye tanto a los establecimientos públicos como privados. Las adaptaciones necesarias para brindar una atención adecuada e integrada sea estructurales y/o funcionales de los hospitales generales a efectos de incluir la posibilidad de internación en salud mental es responsabilidad de cada jurisdicción” (negritas son del autor).
En síntesis, se incluye al sector privado –que desde hace tiempo viene reconvirtiendo sus clínicas en dispositivos ambulatorios en amplia ventaja comparándose con la red hospitalaria-  en la categoría de “hospital general” que prestará servicios de internación y tratamientos ambulatorios, mientras lo que queda clarísimo es que son los monovalentes del sector público (como por ejemplo el Hospital Borda) los que deberán cerrar sus puertas a más tardar en el año 2020. Por otro lado, el financiamiento para nuevos efectores sanitarios en los tres niveles de salud del sector público “es responsabilidad de cada jurisdicción”… de los Macri, Insfrán, Binner  y Scioli (que en la actualidad tercerizan sus prestaciones con el sector privado).
No quedarían dudas que en nombre de la “batalla cultural” por la “desintitucionalización” del “estigma de la locura” se potenciará el proceso de reconversión capitalista de la salud donde las clínicas privadas (hoy “aggiornadas” a Fundaciones, ONGs y Hospitales de Día) se erigirán como las principales contratistas de las prestaciones del Estado, mientras la salud pública marcha a una profundización de su derrumbe. Una nueva receta “progresista” que promoverá la tercerización de la atención pública en Salud Mental en el sector privado y en la propia población, en nombre de la “autogestión comunitaria” y la formación de “efectores sanitarios”.
Sin un sistema de salud único, público y de acceso universal y gratuito, toda supuesta “reforma” se convierte en un nuevo negociado capitalista de la salud.

Hernán Scorofitz

Nota: Se sugiere ver anticipación en el mes de mayo  en artículo del Blog 

jueves, 1 de agosto de 2013

SONRÍA, EL ESTADO LO FILMA


Los Videos del Ministro Randazzo


Más que una Anécdota

Sin lugar a dudas, los videos exhibidos por el Ministro Florencio Randazzo públicamente y en conferencia nacional, donde en base a las filmaciones de cámaras especialmente ubicadas en cabinas de locomotoras se puede observar a maquinistas leyendo libros, usando celulares y hasta durmiendo (y simultáneamente realizando movimientos automatizados) con la formación en movimiento, consiguieron despertar una  indignación y azoramiento  no menores para la sensibilidad de millares o millones de argentinos.

Desde luego, si en el país donde la masacre ferroviaria, signada en los últimos años  por el arrollamiento de un colectivo de la línea 92 en el barrio de Flores en septiembre del 2011 (11 muertos), por la llamada “Tragedia de Once” de febrero del 2012 (52 muertos), por el choque de trenes en Castelar (3 muertos) y, por qué no, por el asesinato del joven militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra en octubre del 2010, cuyo juicio demostró un entramado de enjuagues de negociados entre las empresas concesionarias (herencia de los “noventa”), la burocracia sindical ferroviaria  (cuyo principal referente José Pedraza terminó condenado a 18 años de prisión junto a miembros de su patota) y el propio Estado Nacional  prebendario y subsidiador, los videos de Randazzo nunca hubieran sido difundidos prácticamente por “Cadena Nacional”, y las imágenes de conductores de locomotoras “irresponsables”, “lúmpenes” y “negligentes” no hubieran pasado de una anécdota en una mesa de café, como quién comenta una curiosidad transmitida en un noticiero que a lo sumo podría despertar un “¿viste el video del maquinista apolillando?”

El derrotero de “tragedias” (significante fácil para desplazar “masacre”, el cual implicaría una responsabilidad en la autoría de un acto) ferroviarias logró colocar en el candelero de “la gente” justamente la responsabilidad de un Estado en el manantial de subsidios a empresas concesionarias para la administración del lamentable y pésimo servicio ferroviario, millares de millones que lejos de reinvertirse para mejorar la calidad en la prestación ha terminado –delante de las narices del propio Estado desembolsador- en cuentas de paraísos fiscales bajo testaferros o bajo la propia declaración de los empresarios del ferrocarril. Y sino, que lo diga la familia Cirigliano, entre otros…

Culpar, Responsabilizar, Culpabilizar

Si muchas veces, el deseo “entra por los ojos”, la “tragedia” también. No casualmente Jacques Lacan ubicaba a la pulsión escópica más del lado del deseo (la mirada), que de la demanda. Los videos de Randazzo han conseguido en una porción importante del imaginario colectivo, en segundos, sentar en el banquillo de los acusados a los “criminales conductores” para desplazar del podio al Estado responsable. Una jugada maestra. Lo escópico siempre genera fascinación y captura en la imagen, aún en lo que Freud llamara “Lo Siniestro” (Unheimlich).

Los videos difundidos invierten “la prueba de la carga” y el Estado pasa a ser la parte querellante, contra los maquinistas. No los “responsabiliza”, ni siquiera los “culpa”, sino que los culpabiliza. Parece “más o menos” lo mismo, pero no lo es. La etimología de los significantes y su cacofonía no es lo único que separa estas tres palabras. (In)Culpar no resulta ser mucho más que atribuir a una persona la autoría de un hecho que transgrede la ley, en perjuicio de un tercero y plausible de sanción civil o penal. Responsabilizar como un llamado a otro sobre la responsabilidad de un hecho particular (no necesariamente siempre nocivo), en base a una elección criteriosa y consciente. Culpabilizar es algo absolutamente diferente. El sujeto es culpado y queda absolutamente anulado como sujeto a la hora de su “derecho a réplica”. No hay sujeto.
El inconsciente desde aquello que Freud llamó “sentimiento inconsciente de culpabilidad” también juega su partida y el sujeto queda sin palabra ante el Otro que le señala la falta.

Podría ser un exceso –más que una licencia- extrapolar y aplicar categorías del psicoanálisis a lo que no pasa de ser una maniobra política, encubridora y perversa (especialista en marcarle la falta al otro para angustiarlo, culpabilización mediante) por  parte del Estado con el Ministro Randazzo como portavoz, utilizando casuísticamente tres casos (que veremos que no necesariamente son iguales) en miles de horas de trabajo de maquinistas del tren.  

Primero el Huevo, o la Gallina...o el Huevo...

Nadie del Estado (curiosamente mucho menos del propio sindicato La Fraternidad, hasta meses atrás aliado histórico del Gobierno Nacional) se ha referido a las condiciones de trabajo del maquinista de tren.

Paradójicamente en el año 2008, la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (organismo dependiente del mismo Estado que hoy acusa a los trabajadores ferroviarios conductores de locomotoras como “asesinos en potencia”) realizó un Ateneo sobre el “estrés postraumático en el ámbito laboral”. El caso de los maquinistas ferroviarios resultó ser un “caso testigo” dentro de los oficios más expuestos al padecimiento psíquico y la Salud Mental del trabajador. En palabras de la Lic. Marisa Rizzo en dicho Ateneo, investigadora del tema…

El ejercicio de la profesión  exige un esfuerzo físico alto. Es decir, fuerza, coordinación motriz, pericia, destreza manual, visión, audición… Tiene un alto nivel de responsabilidad, no solo por la seguridad  de otras personas, sino además la responsabilidad patrimonial…Tiene un esfuerzo intelectual elevado, y además un monto de estrés psicofísico en forma habitual y permanente…los maquinistas de trenes están expuestos a temperatura, luminosidad, oscuridad, niebla, lluvia, viento, humedad, ruido, vibraciones, radiaciones solares, intemperie, olores, ventilación, espacios abiertos, plomo, gases, polvo..”

Hasta aquí, las condiciones laborales psicofísicas a las que se expone un maquinista de tren, no distan de las de cualquier trabajador que ejerza una tarea “insalubre” y que amerite cualquier test psicofísico de aptitud previo al otorgamiento del empleo (no siempre “compensado” en la reducción de la jornada laboral por “insalubridad”, salvo raras y honrosas excepciones como los obreros del subte y su jornada de 6 horas conseguidas en el año 2002).

El informe agrega “…pero también, el puesto del maquinista está expuesto a otros riesgos, atentados, incendios, explosiones, descarrilamientos, colisiones de trenes, derrumbes, accidentes de personas (…) cuando hablamos de la muerte por accidentes de personas, hablamos de arrollamientos (…) también con ellas está el aplastamiento, el arrastre del cuerpo de la víctima, las motivaciones, decapitación, desmembramiento, etc. (…) Las muertes por arrollamiento las provocan las caídas de los trenes por actos de violencia, las víctimas quieren defenderse  y son arrojadas del tren, los suicidios (…)
     
Cualquier entusiasta apologista de la cruzada convencida del Ministro Randazzo, o para el caso de la patronal concesionaria del ferrocarril, bien podría aducir valiéndose del sentido común que “nadie obliga al aspirante a maquinista a aceptar un empleo expuesto a semejantes vicisitudes”. No siempre el sentido común se lleva de maravillas con las oportunidades de elección de un medio de trabajo para subsistir  en la sociedad capitalista.

La investigación presentada en el Ateneo de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo prosigue con una pregunta: “…¿Entonces qué pasa después de cada arrollamiento? La respuesta no resulta ser muy alentadora. “…el conductor es el responsable de la formación y debe quedarse hasta que llegue el relevo…a veces, cuando llega la policía lo lleva detenido ya sea como actor del accidente o como testigo (…) aparecen estados de ansiedad, de alerta, de desconfianza creciente. Todo parece sospechoso, muchas veces los maquinistas tratan de adivinar las intenciones de las personas que están en el andén temiendo quizás otro arrollamiento (…) a veces son testigos de gente que evita que alguien se suicide y esto hace que se sientan muy nerviosos el resto del día (…) también suelen pasar cuatro o cinco días sin hablar. No pueden compartir con esposa e hijos experiencias tan dramáticas. Suelen aparecer irritabilidad, cambios de conducta o de carácter ante hechos menores. Sufren sobresaltos nocturnos, pesadillas de las que se despiertan gritando o los tienen que despertar. A veces hay una identificación proyectiva con la víctima ‘pudo haber sido mi hijo o mi hija o mis padres’ (…) Después de varios siniestros los conductores se encuentran afectados en forma creciente frente a la posibilidad de sufrir un nuevo accidente, y siempre hay uno o dos de los arrollamientos que los impactan muy fuerte…”  

Concluyendo con recortes del informe: “…La interrupción transitoria exige que alguien venga a reemplazarlo, y las exigencias del ejercicio de la función han requerido la atención médica, licencias, internación, también en otras personas que ejercen la función, como consecuencia directa de la sobrecarga emocional o de la responsabilidad de la tarea (…) Después de treinta años de antigüedad como maquinista y treinta muertes por arrollamiento de promedio, el efecto psicopatológico es acumulativo. Se derrumban los mecanismos de defensa y aparece la enfermedad profesional…”

A esta altura, el oficio de maquinista, el “mirar adelante” en la cabina de la locomotora  (condición sine qua non para conducir una formación, desde luego) ubica al trabajador en riesgos infernales, en la mayoría de los casos evitables seguramente, si los multimillonarios subsidios estatales a las empresas privadas concesionarias no terminaran en paraísos fiscales.

El psiquiatra y psicoanalista francés Christophe Dejours –quien estuvo en el mes de mayo en la Argentina brindando diversas disertaciones invitado por la Revista Topía- , describe en su libro La Banalización de la Injusticia Social (Editorial Topía, 2006) lo que describe como “estrategias colectivas de defensa” por parte de trabajadores expuestos a padecimientos como los descriptos líneas arriba en el caso de los maquinistas de tren.

Dejours, con un vastísimo recorrido en el campo de la “Clínica del Trabajo” afirma en su obra: “…la investigación clínica demostró que, en el campo de la clínica del trabajo, juntos a los mecanismos de defensa descriptos por el psicoanálisis, están las defensas construidas y sostenidas colectivamente por los trabajadores. Se trata de las estrategias colectivas de defensa, huella específica de las restricciones reales del trabajo (…) Las investigaciones se desarrollaron a partir de la inversión (negritas son mías) de la pregunta inicial: ¿cómo hacen estos trabajadores para no volverse locos, a pesar de los requerimientos del trabajo a que se ven confrontados?

A la hora de profundizar sobre las “estrategias” propuestas, Dejours amplía: “…las estrategias defensivas pueden contribuir a hacer aceptable lo que no debería serlo. Por eso, juegan un papel paradójico, pero capital, en el orden de los resortes subjetivos de la dominación. Las estrategias defensivas, necesarias para la protección de la salud mental contra los efectos deletéreos del sufrimiento, pueden funcionar también como una trampa que desensibiliza ante aquello que produce sufrimiento. Y a veces permiten que resulte tolerable no sólo el sufrimiento psíquico, sino también el sufrimiento ético; entendemos por tal sufrimiento que resulta, no de un mal sufrido por el sujeto, sino del que éste puede causar al cometer, por su trabajo, actos que reprueba moralmente (…)  Entonces, el sufrimiento en el trabajo y la lucha defensiva contra este sufrimiento, ¿no tienen incidencia sobre las posturas morales singulares y sobre las conductas colectivas en el campo político?

Lo que parece ser una estrategia defensiva a priori de cualquier abogado gremial para inimputabilizar la responsabilidad punitiva o penal de alguna eventualidad cometida por un trabajador, es aclarada por el propio Dejours: “…Hay seguramente trabajadores holgazanes y deshonestos” El juicio moral de Dejours, sin embargo, en cada singularidad de cada trabajador, no exime a las adversas condiciones de trabajo tan nocivas en amplísimos rubros del “mundo del trabajo” (o mejor dicho, de la clase obrera obligada a vender su fuerza de trabajo para, al menos, subsistir).

Probablemente el maquinista que aparece en los videos de Randazzo usando el celular, o leyendo un libro, sea “holgazán” o “deshonesto, lo cual lo hace responsable de su irresponsable acto, aún inclusive, si pudiera valerse de caracterizar dicho acto como una “estrategia de defensa” frente al carácter infernal que resulta ser el oficio de maquinista. Lo mismo para el conductor que conduce con movimientos automatizados en estado de somnolencia absoluta, aun pudiendo ser caracterizado como otra “estrategia de defensa”, o quizás un síntoma de la enfermedad profesional. Ya vimos cómo manejar un tren en nuestro país y “mirar para adelante” no es exactamente lo mismo que atender un kiosco.

Volvé Panóptico...te perdonamos

Llama poderosamente la atención que las filmaciones en las cabinas no sean seguidas en tiempo real en un centro de monitoreo. Hasta una tecnología “panóptica” en “vivo y en directo” (el panóptico en el “mundo del trabajo” paradójicamente siempre estuvo al servicio de la vigilancia de los cuerpos para optimizar su productividad y explotación de la mano de obra) cobraría un carácter preventivo frente a cualquier “falla humana” por “negligencia”, “irresponsabilidad”, o lo que pueda poner en riesgo el funcionamiento de un tren por parte de la conducta de un maquinista. Ante una eventualidad, una simple llamada podría corregir la conducta para evitar una catástrofe. 

Ni siquiera el “panóptico preventivo” (que para el caso no estaría al servicio del incremento de la productividad sino de la prevención de la “falla humana”) tan en uso a la hora de vigilar la seguridad en el conurbano bonaerense con un festival de cámaras en las barriadas de una gran cantidad de municipios, dignos de envidia del Gran Hermano.

Pero, la tecnología audiovisual del Estado no pareciera para la ocasión estar al servicio de la prevención en la siniestralidad ferroviaria, sino de la culpabilización del trabajador.

No hay 2 sin 3…

No es la primera vez que el Estado y sus autoridades se valen de la culpabilización del trabajador como maniobra de encubrimiento.

En el mes de septiembre del año 2011, los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires realizaron un paro sorpresivo que suscitó una automática e inmediata campaña de demonización por parte de todos los medios masivos de comunicación (opositores y oficialistas) prácticamente a los pocos minutos de la medida de fuerza: para aquel entonces, las tarjetas SUBE y Monedero solamente podían ser cargadas en las boleterías del subte, lo cual representaba un incremento de las tareas para los trabajadores boleteros en el mismo lapso de tiempo, trayendo como consecuencia enfermedades laborales como cuadros de tendinitis, que suscitaron 30 licencias y la indiferencia de la empresa y las autoridades ministeriales. Ni lerda ni perezosa, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a las pocas horas de iniciada la campaña mediática contra la huelga del subte, no vaciló para decidir en qué vereda ponerse cuando por cadena nacional comentó socarronamente –y para deleite de la empresa Metrovías de Benito Roggio-: “Mi papá trabajó toda su vida como chofer de colectivo y nunca tuvo tendinitis” El mote de “deshonestos” que Dejours señala bien pudo ser utilizado en las palabras oficiales contra los trabajadores del subterráneo.

Meses más tarde, el 1 de Marzo del año 2012 y en ocasión de la inauguración de las Sesiones Ordinarias en el Congreso Nacional, ante un cuadro de conflictividad del movimiento nacional docente en vísperas de la discusión salarial en paritaria, también promovió una dedicatoria de la Jefa de Estado: “Los docentes trabajan cuatro horas por día y tienen tres meses de vacaciones”. Para la ocasión, “holgazanes”  o “privilegiados” podría haber sido la calificación soslayada por la Presidenta, anticipándose al reclamo de los trabajadores de la educación, cuya profesión desde hace mucho tiempo ha dejado de limitarse a la mera transmisión de un saber curricular en un medio áulico. La descomposición social y el derrumbe educativo ha llevado al rol del docente a una “polivalencia” laboral: docente, trabajador social, acompañante terapéutico, psicólogo del niño, todo al precio de uno y en muchísimos casos por una remuneración que no llega a cubrir la canasta familiar.

Sean trabajadores del subte, docentes o esta vez, maquinistas del tren, la culpabilización del Estado contra el trabajador, maniobra política que apunta a borronear su propia responsabilidad ante eventualidades emergentes de la precarización en las relaciones laborales en detrimento del explotado (ya sean desde paros hasta tragedias ferroviarias) y a mostrar con total transparencia su carácter (patronal) de clase. Como el perverso que señala la falta al otro para angustiarlo y anularlo como sujeto de la palabra. Nos valemos de una metáfora del campo del psicoanálisis, aunque las leyes que rijan el inconsciente no sean exactamente iguales a las que regulan el campo de la lucha de clases (infestado de maniobras del Estado en favor de los explotadores).

La genialidad y creatividad del llamado “saber popular”, en estos tiempos de “nuevas tecnologías de información”, muchas veces se vuelcan en las redes sociales. Sabias palabras de un tuitero en simples 140 caracteres: “Lástima q se olvidaron de poner camaritas en la oficina de Jaime, Schiavi y Randazzo mientras se quedaba dormido con las coimas de Cirigliano


 Hernán Scorofitz

lunes, 17 de junio de 2013

"DESMANICOMIALIZACIÓN" Y "GENEROSIDAD FILANTRÓPICA"



Los grandes movimientos de estos últimos veinte años fueron: la revuelta de los estudiantes, las grandes huelgas obreras que hicieron suyas algunas de las lucha de los estudiantes, la lucha en las instituciones psiquiátricas y finalmente, uno de los más importantes, la lucha de los movimientos comunistas. Este momento hizo tener esperanzas en que el mundo pudiera cambiar. Hubo ilusiones, pero también una serie de certezas. Hemos visto, por ejemplo, que cuando el movimiento obrero toma en sus manos luchas reivindicativas, de liberación, antiinstitucionales, esta ilusión se vuelve realidad
Franco Basaglia, San Pablo, Junio 1979
“La Condena de Ser Loco y Pobre” Editorial Topia


Dos semanas después que el Poder Ejecutivo reglamentara a través del Decreto 603/12 la Ley 26.657 (Ley Nacional de Salud Mental), la cual establece en su reglamentación (Artículos 27 y 28) el cierre definitivo de los hospitales monovalentes para el año 2020 y la promoción de  internaciones de salud mental en hospitales generales, la Universidad de Buenos Aires acaba de anunciar con fanfarrias la remodelación de las dependencias del Departamento de Salud Mental del Hospital de Clínicas “José de San Martín” (Hospital-Escuela dependiente de la UBA y del financiamiento del Estado Nacional) en su área de prensa y difusión
Quien se haya entusiasmado con la reglamentación de la Ley y el reciente anuncio de las autoridades universitarias tiene todo el derecho a confiar en la puesta a punto en obras de la ansiada “desmanicomialización” en sintonía con lo establecido.
Otros, que a la hora de pensar una Ley no solamente por su contenido sino en un marco histórico determinado, hemos puesto la lupa y quizás pecado de “desconfiados”, hemos reservado el júbilo en relación a cualquier supuesta reforma progresiva.
Vamos a basarnos en la reglamentación, y para el caso, en su Artículo 28, el cual establece que “deberá entenderse que la expresión hospitales generales incluye tanto a los establecimientos públicos como privados (…) a los efectos de contar con los recursos necesarios para poder efectuar las internaciones de salud mental en hospitales generales del sector público, el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y el Ministerio de Salud deberán contemplar la construcción de nuevos hospitales, áreas destinadas específicamente a la atención en salud mental, promoviendo que igual criterio adopten todas las jurisdicciones…” (sic)   
Creemos valernos de total derecho a “pensar mal” cuando se homologa el término “hospital” (general) tanto a “los establecimientos públicos como privados”. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que en “la carrera” de los distintos subsectores de salud, entre los sanatorios y clínicas psiquiátricas privadas y el hospital público en franco proceso de derrumbe, quién se lleva las de ganar a la hora de ofrecer un servicio “óptimo” (desde luego, para aquellos que tengan la cobertura necesaria para contar con los mismos).
Sin embargo, enterarnos gracias al comunicado de la Universidad de Buenos Aires sobre la remodelación de las instalaciones pertenecientes al Departamento de Salud Mental de su Hospital (público) “Escuela”, quizás nos podría permitir abrigar un halo de esperanza contra cualquier especulación desconfiada o intrigante que podamos mantener frente a las características de la ansiada “desmanicomialización” ordenada por la Ley y su reglamentación.
La noticia informa, palabras más, palabras menos, que el Rector Hallú participó de la reinauguración del sector junto al Vicedecano de la Facultad de Medicina, el Director del Hospital, el Jefe de Departamento de Salud Mental del establecimiento, el Jefe de Trastornos de la Conducta Alimentaria y…una tal Nelly Arrieta de Blaquier.
Hasta el último apellido mencionado, nada nos debería extrañar. Todo lo contrario. La noticia debería ser el “puntapié” casi fundacional para que lo establecido por Ley (el pasaje del monovalente al hospital general en relación a las internaciones es en salud   y dispositivos ambulatorios) se convierta en regla y no en excepción.  
Sin embargo, lejos que aparezca en un típico acto de “corte de cinta” algún funcionario de las carteras ministeriales que señala la reglamentación del Artículo 28 de la Ley Nacional de Salud Mental, nos topamos con una “señora gorda” cuyo apellido representa una de las principales familias de la oligarquía patronal de nuestro país, empapada de sangre en la última dictadura militar genocida de nuestro país.
Quien ignore que significó la tristemente célebre “Noche del Apagón” en el mes de Julio de 1976 en el Departamento de Ledesma, Provincia de Jujuy, y cuánto tuvo que ver la familia Blaquier (muy emparentada al actual Gobierno “Nacional y Popular” en todos estos años), puede averiguarlo por sus propios medios.
Lo siniestro (diría Freud, u “ominoso”) empieza a invadir nuestro Por-Venir de una Ilusión  desmanicomializadora. ¿Qué haría un personaje de semejante calaña en la reinauguración de un área de Salud Mental de un Hospital Público, en lugar de un funcionario de Estado tal cual lo establece la nueva Ley y su reglamentación?  
El comunicado oficial viene a responder nuestra pavorosa duda: “…Había iniciado los discursos el Jefe del Departamento de Salud Mental, Roberto Doria Medina, quien luego de hacer referencia a la generosidad filantrópica de Nelly Arrieta de Blaquier…” (sic)
Las palabras de la Sra. Arrieta de Blaquier, quien desde luego cerró el acto manifestando su alegría “porque esta obra sea la iniciadora de otros contagios que van a venir, a partir inclusive de la envidia y es bueno que se contagien así sea por envidia, y es bueno que se contagien para que siempre haya algo nuevo en el hospital…
Las palabras de la Sra. Arrieta de Blaquier grafican que, lejos de la “contemplación” que indica la reciente reglamentación de la venerada Ley por parte de las áreas ministeriales para la reconversión de áreas de internación en salud mental y dispositivos ambulatorios en hospitales generales (repetimos, según la reglamentación, “establecimientos públicos y privados”), la tendencia indicaría que las “transformaciones desinstitucionalizadoras” y la “inclusión mental” en el sistema de salud dependerán del “contagio” de un puñado de ricachones y oligarcas que movidos por “la envidia” de la “generosidad filantrópica” de algún par, se vea “movilizado” a poner alguna “caja chica” en algún hospital público para la apertura de áreas de Salud Mental (y de paso a lavar algunas “culpas” y dólares de los miles de millones de dólares que mensualmente evaden al fisco).
No somos optimistas. Por más reglamentación y Ley que haya y que establezca lo que establezca. Las leyes de la historia y de la lucha de clases suelen ser más determinantes que las presuntas justezas que se establezcan en una Ley. El párrafo de Franco Basaglia que da comienzo al presente artículo intenta simplemente destacar su perspectiva histórica a la hora de reivindicar su “reforma psiquiátrica” en Italia, durante las décadas del ´60 y ´70 del siglo XX.
El lector podrá sacar sus conclusiones entre los puntos de encuentro que podrían llegar a tener “la lucha de los movimientos comunistas” que refiere Basaglia para caracterizar un elemento determinante en su tarea de “emancipación de la locura” con los “cortes de cinta” de la “generosidad filantrópica” de la familia Blaquier, bajo el auspicio del actual Rector de la Universidad de Buenos Aires, y con el –hasta ahora- silencio llamativo de muchos apólogos oficialistas gubernamentales de su presunta “desmanicomialización”.


Hernán Scorofitz

miércoles, 29 de mayo de 2013

EL GOBIERNO NACIONAL PONE FECHA DE CIERRE AL HOSPITAL BORDA: AÑO 2020



Quien creía que el gobierno de “la derecha” de Mauricio Macri era el único interesado –particularmente luego de la brutal represión de la Policía Metropolitana  el último 26 de Abril- en cerrar el Hospital Borda para desarrollar distintos negociados (particularmente inmobiliarios) estaba equivocado.

Su fecha de cierre (como la de todos los neuropsiquiátricos del país) acaba de ser establecida como “ultimátum” para el año 2020, esta vez, de la mano del Gobierno Nacional.

Haciendo Historia

El reciente Decreto 603 del Poder Ejecutivo Nacional (28/06/12) formaliza la  reglamentación de la Ley 26.657, más conocida como “Ley Nacional de Salud Mental”, aprobada en el Congreso Nacional en noviembre del 2010. Cabe mencionar que, a pesar de las ilusiones que despertó  la sanción de la Ley mencionada entre sectores de  trabajadores, profesionales y redes de usuarios en Salud Mental  (particularmente en lo referente a los derechos ciudadanos y humanos de pacientes internados y el acceso de profesionales no médicos a jefaturas de servicios en hospitales y centros de Salud Mental), el mismo Poder Ejecutivo “cajoneó” su reglamentación durante más de 2 años, abriendo una instancia de negociación con la llamada “Corporación Médica” (laboratorios, medicina privada) para establecer las condiciones de “reconversión” frente a la presunta afectación de la Corporación, establecida por la Ley.
La “impasse” a la que condenó el Gobierno Nacional a la reglamentación de la Ley tan venerada suscitó una crisis política “de gabinete”, que costó la renuncia del Director Nacional de Salud Mental (área ministerial creada por la actual administración nacional) y el desembarco en el sector de la troupe alineada a la Agrupación Kolina de Alicia Kirchner.
La simple lectura del Decreto de reglamentación aporta un manto de claridad en lo que se refiere a ciertas “reservas”  que algunos mantuvimos al momento de la sanción de la Ley –a contramano del entusiasmo en varios sectores progresistas-, particularmente frente a  la orientación social o reconversión capitalista que se viene aplicando mundialmente en el campo de la Salud Mental como telón de fondo (siguiendo al pie de la letra los lineamientos estratégicos de la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial), problema que excede el debate académico o teórico sobre las distintas corrientes, discursos y abordajes interdisciplinarios que desde hace al menos tres décadas  proliferan el mundo profesional de la Salud Mental.
Disparen contra los hospitales “monovalentes”. Disparen contra el Borda
Oportunamente alertamos la instancia que abrían algunos apartados esenciales contenidos en  la Ley Nacional de Salud Mental: por ejemplo, su artículo 27, prohibiendo la creación de “…nuevos neuropsiquiátricos o instituciones monovalentes, públicos o privados…hasta la sustitución definitiva de los ya existentes por dispositivos alternativos”. No hay que ser muy perspicaz al momento de relevar y evaluar a nivel nacional o local la “existencia” de una red de “dispositivos alternativos” que pudieran “amortiguar” el cierre de los hospitales monovalentes (y especialmente a sus pacientes internados).
Si había alguna duda, la reglamentación reciente del artículo referido directamente ubica bajo amenaza un sector importante del sistema hospitalario público: “… La Autoridad de Aplicación en conjunto con los responsables de las jurisdicciones, en particular de aquellas que tengan en su territorio dispositivos monovalentes, deberán desarrollar para cada uno de ellos proyectos de adecuación y sustitución por dispositivos comunitarios con plazos y metas establecidas. La sustitución definitiva deberá cumplir el plazo del año 2020, de acuerdo al CONSENSO DE PANAMA adoptado por la CONFERENCIA REGIONAL DE SALUD MENTAL convocada por la ORGANIZACION PANAMERICANA DE LA SALUD (OPS) - ORGANIZACION MUNDIAL DE LA SALUD (OMS) “20 años después de la Declaración de Caracas” en la CIUDAD DE PANAMA el 8 de octubre de 2010… La Autoridad de Aplicación en conjunto con las jurisdicciones, establecerá cuales son las pautas de  adaptación de los manicomios, hospitales neuropsiquiátricos o cualquier otro tipo de instituciones de internación monovalentes que se encuentren en funcionamiento, congruentes con el objetivo de su sustitución definitiva en el plazo establecido…la adaptación prevista deberá contemplar la desconcentración gradual de los recursos materiales, humanos y de insumos y fármacos, hasta la redistribución total de los mismos en la red de servicios con base en la comunidad…”
Dos cosas quedan claras: invocando la necesidad de “descentralizar” el sistema de salud público y mental y “desinstitucionalizar” a los pacientes internados, queda bajo las administraciones jurisdiccionales (como por ejemplo sería hoy Macri en la Ciudad de Buenos Aires) la misión de “sustituir  definitivamente” a los hospitales monovalentes de Salud Mental a lo largo y ancho del país, que ya han pasado a tener fecha de cierre: el año 2020.
Para el caso, bajo las distintas administraciones jurisdiccionales capitalistas, la “sustitución definitiva” pasa a cobrar como mandato una “solución final”. El operativo represivo de finales de abril en el Hospital Borda es una muestra elocuente de ello.

 Gato por Liebre

 La “desconcentración gradual de recursos” no hace falta garantizarla por ley. Desde hace años, la tendencia general en nuestro país es al cierre de servicios y “baja” de camas de internación en los hospitales monovalentes y llamados “neuropsiquiátricos”.
El Hospital Borda también resulta ser  un “monumento al ejemplo” de este proceso, lo cual implica una formidable transferencia de recursos públicos a “organizaciones de la sociedad civil” (ONGs y Fundaciones con subsidios estatales y hasta clínicas semiprivadas) y organizaciones territoriales (afines al Gobierno, claro está) en nombre de “la comunidad”, la “Atención Primaria de Salud” o la “reinserción social del paciente”. Así las cosas, no es casual que la gestión estatal de la Salud Mental esté bajo las decisiones del Ministerio de Desarrollo Social.
Junto a la “sustitución definitiva” (o “solución final”) de los hospitales monovalentes, los clásicos “punteros” territoriales devendrán en “agentes comunitarios de Salud” en nombre de supuestos enfoques sanitaristas, “preventivos” o “comunitaristas”. Una verdadera estafa intelectual, moral y social.
Para ampliar la comprensión del problema es menester analizar  la lectura de la reglamentación del Artículo 28, que originariamente insta a que “las internaciones de salud mental deben realizarse en hospitales generales. A tal efecto los hospitales de la red pública deben contar con los recursos necesarios”. Al menos, al momento de la sanción lo que seguramente podía despertar cierta sospecha era el grado de consistencia y recursos de la red pública hospitalaria general para integrar las llamadas “internaciones psiquiátricas”. El texto de la reglamentación del artículo clarifica la orientación social capitalista que se pretende establecer en la “transición” (o “extinción”) de los hospitales monovalentes: “…Deberá entenderse que la expresión “hospitales generales” incluye tanto a los establecimientos públicos como privados. Las adaptaciones necesarias para brindar una atención adecuada e integrada sean estructurales y/o funcionales de los hospitales generales a efectos de incluir la posibilidad de internación en salud mental es responsabilidad de cada jurisdicción…A los efectos de contar con los recursos necesarios para poder efectuar internaciones de salud mental en hospitales generales del sector público, el MINISTERIO DE PLANIFICACION FEDERAL, INVERSION PUBLICA Y SERVICIOS y el MINISTERIO DE SALUD deberán contemplar en la construcción de nuevos hospitales, áreas destinadas específicamente a la atención de la salud mental, promoviendo que igual criterio adopten todas las jurisdicciones...La Autoridad de Aplicación condicionará la participación de las jurisdicciones en programas que incluyan financiamiento, a la presentación de proyectos de creación de servicios de salud mental en los hospitales generales, con plazos determinados.”
Claro como el agua. La inclusión de “establecimientos privados” como “hospitales generales”, convocados a “amortiguar” la liquidación de los hospitales monovalentes y neuropsiquiátricos públicos, desarrollará una “competencia desleal” en favor del capital y el sector privado en el mercado de la salud. Mientras, la apertura de nuevos dispositivos públicos dependerá de la “contemplación” del Ministerio de Planificación Federal y el Ministerio de Salud, la “oferta de temporada” abierta profundizará un proceso de reconversión capitalista en el campo de la Salud Mental que se viene desenvolviendo en la última década: un tendal de clínicas privadas psiquiátricas “aggiornadas” en Fundaciones y ONGs (las llamadas y tan “adoradas” “organizaciones de la sociedad civil”) que en lugar de ofertar “camas de internación”, ofrecen los nuevos “dispositivos alternativos” al encierro manicomial: Hospitales de Día y Noche, Casas de Medio Camino, Residencias Protegidas y hasta “Empresas Sociales” como “Cooperativas”.
No hay que ser un encumbrado pensador para saber quién terminará ganando “la carrera” entre la “contemplación” de los Ministerios a la hora de abrir nuevos dispositivos públicos o áreas de internación en los hospitales generales públicos (en un cuadro de desinversión y retracción de la industria de la construcción como consecuencia de la crisis capitalista mundial) y la facturación abultada que las ex clínicas privadas reconvertidas en “nuevos dispositivos” vienen acumulando hace años, a través de la prestación de servicios a Obras Sociales, “Pre-pagas” y al propio Estado.

La OMS y el Banco Mundial en el Proceso de Reconversión Capitalista de la Salud Mental

Las “reformas” contempladas por la Ley Nacional de Salud Mental (especificadas en su reglamentación) se inscriben en un cuadro de reconversión capitalista que los principales organismos sanitarios (OMS, OPS) junto al Banco Mundial vienen impulsando en Encuentros Internacionales, Declaraciones y Acuerdos entre Países desde hace aproximadamente 30 años.
A la hora de hacer una lectura de los principios rectores y estratégicos de estas “reformas”, conviven el planteamiento de “no estigmatización del paciente psiquiátrico”, el “cierre de los manicomios”, la “restitución de derechos”, “descentralización” y  “autogestión comunitaria” con puntos programáticos como “equidad”, “maximización de eficiencia de recursos”. En muchos de los Informes sobre la Salud Mental de la OMS (ver Informes 2001/2002) se invoca a que “la población sana financie a la población enferma en la comunidad” o se presenta la delegación de las acciones sanitarias en los tres niveles de Salud en “la población” u “organizaciones de la sociedad civil”, una tercerización y en muchos casos una “reprivatización” que termina por usurpar conceptos y categorías de experiencias y corrientes muy valiosas como la “psiquiatría democrática” (Franco Basaglia) o, por ejemplo, la “Psicología de la Liberación”.
Así las cosas, en nombre de “democratizar” el abordaje profesional y disciplinar en Salud Mental (para presuntamente quitar el monopolio de los tratamientos al “discurso médico hegemónico” del “poder psiquiátrico) a través de la “interdisciplina”, un ejército profesional “interdisciplinario” (psicólogos, terapistas ocupaciones, musicoterapeutas, acompañantes terapéuticos) “presta” sus servicios profesionales y asistenciales en condiciones de absoluta informalidad y precarización, en comunidades terapéuticas y dispositivos ambulatorios de rehabilitación gestionados por Fundaciones y organizaciones del “tercer sector”.
Para peor, se pretende ideológicamente proponer suplantar una “corporación” (médica) por otra (“interdisciplinaria psi”), para ´que esta última sea reconvertida en los nuevos “gestores”  de la privatización “progresista” en la atención sanitaria.
Cuando lo grotesco se mezcla con lo pérfido, la reglamentación pretende “reformar” la gestión privada de la “corporación médica”  a través de un cartel y una línea telefónica asistencial como condición: “Todas las instituciones públicas o privadas que brinden servicios de salud con o sin internación deberán disponer en lugares visibles para todos los usuarios, y en particular para las personas internadas y sus familiares, un letrero de un tamaño mínimo de OCHENTA CENTIMETROS (0.80 cm) por CINCUENTA CENTIMETROS (0.50 cm) con el consiguiente texto: “La Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 garantiza los derechos de los usuarios. Usted puede informarse del texto legal y denunciar su incumplimiento llamando al...” No sería nada descabellado pensar que “el cartel” fue parte de la negociación entre el Estado y la “corporación médica” para consumar la lenta reglamentación.

Perspectiva

Cualquier “reforma” (en el sentido más “reformista” del término) en el campo de la Salud Mental, inscripta en un cuadro de reconversión y crisis capitalista, orientada y gestionada por los Estados gestores de esa propia crisis, y aun despertando las máximas ilusiones en muchos protagonistas, puede terminar siendo la peor punta de lanza para pulverizar lo “ya conquistado” en beneficio de las más amplias masas populares. El propio Franco Basaglia, padre de la “desmanicomialización” en el noreste italiano (Trieste, Goritzia y otras regiones) planteaba sus reparos cuando la lucha “contra el manicomio” se planteaba divorciada de la lucha de clases.
La perspectiva que se abre frente a la necesidad de transformar las condiciones imperantes del “sujeto padeciente” (en términos de Salud Mental y de las propias condiciones materiales e históricas de existencia) dependerá no solamente de la aplicación de “dispositivos” o “corrientes”, sino por sobre todas las cosas de la gestión social que enmarque a los mismos. Caso contrario, la “reforma” puede transformarse en “contrarreforma” …del capital, aún bajo taparrabo “progresista”. Este parece ser el caso.  

Hernán Scorofitz

jueves, 2 de mayo de 2013

“DESMANICOMIALIZACIÓN” Y REPRESIÓN: UNA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA EN EL HOSPITAL BORDA




A los pocos minutos que llegué al Hospital Borda en la mañana del 26 de Abril, cuando ya era parte de la marea humana de compañeros y colegas del Hospital, activistas –e inclusive pacientes-  que poniendo literalmente el cuerpo resistía la salvaje avanzada policial sobre el mismo suelo invalorable que hasta finales del siglo XIX resultó ser la escenografía agreste de la quinta de la familia Vieytes, distintos destellos de reflexiones vinieron a mi cabeza, en los efímeros momentos de lucidez  que las circunstancias –y el reflujo de las balas y gases policiales- permitían por algunos minutos.
Sería una verdad de Perogrullo la condena política, humana y moral a un Gobierno que pretende garantizar el inicio de una obra fastuosa y faraónica en beneficio de la “Patria Capitalista Inmobiliaria”, demoliendo literalmente el único –e histórico- Taller Protegido del Hospital de Salud Mental más importante del país (algunos dicen hasta de toda Latinoamérica) y asegurando semejante acto atroz  con una guardia de cosacos pertrechados como para recrear a los barbáricos ejércitos zaristas que por siglos arrasaron aldeas enteras de Europa y Asia.
Confieso que por momentos, bajo la agobiante balacera, tuve una sensación similar a la que me tocó vivir los primeros días del mes de febrero del año 2012, cuando en las páginas del matutino Página/12, un colega –con quien paradójicamente compartí muchos años de carrera universitaria y hasta cierta amistad- muy livianamente sostenía en nombre de la mentada “desmanicomialización” que “…no se discute: el manicomio se tiene que cerrar: nada de andar preguntando bajo qué condiciones. ¿Qué puede ser peor para un ser humano que su vida en un manicomio?
La imagen de la topadora del Estado resguardada por la Infantería demoliendo y arrasando “el manicomio” bajo una lluvia interminable de palos, balas de goma y gases,  inevitablemente me llevaron a evocar las palabras del colega (quien no tengo dudas que su pretendida apología dista mucho de las intenciones pérfidas de quienes ordenaron el operativo policial). En aquel entonces, me permití responderle  en un artículo que titulé “Buenos Aires No Es Trieste” (publicado por el mismo matutino la semana posterior, 09/02/12) donde alerté que “…Quien ya parece haber tomado nota de la “solución final” es el jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri…” Casi quince meses antes del brutal desembarco policial en el Borda.
Me arriesgo a decir que frente a lo dantesco vivido en el momento más álgido de la represión que sufrimos el viernes 26 de abril del 2013 en los jardines del Hospital Borda, poco podía resultar más semejante a la “solución final” contra los “manicomios”.
Si como decían nuestras abuelas “las comparaciones son odiosas”, para la ocasión no está de más agregar que ciertas “homologaciones” también lo son, o para peor, resultan siendo peligrosas (me abstengo de poner las comillas).
Hace tiempo vengo debatiendo con distintas corrientes (muchas de ellas por demás respetables, y que inclusive hace décadas desarrollan distintas actividades de carácter invalorable y voluntario en el interior de la propia institución cuestionada) el riesgo de equiparar casi como un sinónimo indivorciable al hospital monovalente de Salud Mental (como por ejemplo el Borda) con el agotado y retrogrado “manicomio”. Como siempre aclaro, sin perder de vista la persistencia residual de prácticas manicomiales a lo largo y ancho de las instituciones públicas y privadas de Salud Mental.
Considero que instar y convocar al cierre de una institución (en este caso sanitaria) que reproduce el carácter  opresor de un régimen social en decadencia como modo de combate, en lugar de surcar un camino de transformación de la institución (y por sobre todas las cosas de ese mismo régimen social de dominación que es su sostén) es pretender acabar con la rabia… matando al perro.
No tengo dudas que en las escuelas públicas y universidades se reproducen en las prácticas educativas curriculares, al menos, la misma lógica opresora, represora y hasta de “encierro”. Ya me tocó citar en otro artículo un lema inscripto en la pared de mi colegio secundario: “”.Los locos y los chicos dicen la verdad…a los locos los encierran…a los chicos los educan Aun así, ni las mentes más afiebradamente “libertarias” nos proponen a esta altura el cierre de la Escuela Pública con los mismos fines honorables y “liberales” de muchos que proponen el cierre inmediato de los “manicomios”.
Sin recuperar el peso de la palabra y el significante en el campo simbólico e imaginario de la subjetividad, Jacques Lacan no hubiera podido “retornar a Freud” en 1953, cuando el psicoanálisis naufragaba en el océano de la confusión. El carácter polisémico del significante tiene su sentido de acuerdo a la posición del agente del Discurso.   
Cuando durante el año 2010 tuve la oportunidad de seguir el debate sobre el proyecto de Ley Nacional de Salud Mental (finalmente aprobado a fines de ese año, pero que todavía no ha sido reglamentado por el mismo Poder Ejecutivo que promulgó la Ley), algunos pasajes me despertaron cierto recelo, o para el caso, al menos algunas reservas, mientras un sinfín de colegas se empapaban de un llamativo entusiasmo.
Cuando en su artículo 27 propone la prohibición de crear “… nuevos manicomios, neuropsiquiátricos o instituciones de internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes se deben adaptar a los objetivos y principios expuestos, hasta su sustitución definitiva por los dispositivos alternativos…” (sic) confieso que no fui tan “optimista” como la gran mayoría de mis colegas. De hecho, el carácter “marco” de la Ley abre la instancia para su interpretación particular a la hora que cualquier administración de turno  pretenda avanzar sobre “lo que queda” de los hospitales monovalentes de salud mental. Máxime, cuando aquellos “dispositivos alternativos” que establece la Ley como “recambio” al “viejo manicomio” hoy existen en su inmensa mayoría bajo la órbita privada o “semiprivada” (ONGs, Fundaciones).
Señalar esto en su momento –muchísimo antes que alguna mente afiebrada pueda imaginar la magnitud brutal del despliegue policial del Gobierno de Macri en el interior del Hospital Borda- (me) suscitó críticas por “pesimista”, “ultraizquierdista” o en todo caso, “funcional-al-discurso-médico-hegemónico”. Y si hablamos de “funcionalidad”, no fueron pocas las veces que el mismo Gobierno que desató su furia represiva se amparó en las leyes de salud mental para profundizar el proceso de vaciamiento de los hospitales monovalentes.
La salvajada represiva desatada en el Borda, pocos días atrás, termina siendo más funcional, en todo caso, a las propuestas de cierre de neuropsiquiátricos y hospitales monovalentes, independientemente de los principios y convicciones de sus portavoces.
Nada más parecido a una profecía autocumplida, o a una crónica de una represión (casi) anunciada.  

Lic. Hernán Scorofitz

jueves, 11 de abril de 2013

CATÁSTROFES SOCIALES: CUANDO LO QUE INUNDA ES EL TRAUMA




Cualquier implicancia humana con la catástrofe social (y no “natural”) que padecen por estas horas centenares de miles de ciudadanos en barrios de la Ciudad de Buenos Aires y en La Plata y sus alrededores como consecuencia de la grave inundación “causada” por las lluvias (y por un régimen social) me hubiera llevado por mi historia, inevitablemente, a un recuerdo para nada “encubridor”, tomando algunas categorías tempranas que oportunamente propuso Sigmund Freud para referirse a su joven paradigma del trauma.
 El problema no es ahora sino cuando baje el agua”. Escuché por primera vez esa frase los primeros días de mayo del 2003, cuando se produjo la gravísima inundación en una parte importante de la Ciudad de Santa Fé, consecuencia del desborde del Río Salado.  23 muertos según los informes “oficiales” de las autoridades nacionales y provinciales de por entonces. Muchísimos más según comentarios “extraoficiales”, muchas veces más “confiables”.
Tuve la oportunidad de escuchar esa frase “in situ”, por haber encabezado una delegación estudiantil de la Federación Universitaria de Buenos Aires, la cual  junto a distintos movimientos sociales había realizado una imperiosa colecta de alimentos, ropa y distintos artículos en facultades y barrios, con el mandato sagrado de viajar al lugar y garantizar la entrega a los principales afectados.
Pudimos llegar luego de sortear una serie de dificultades impuestas por el propio Estado, cuyo otrora Gobierno consideraba algo inoportuno que movimientos sociales y estudiantiles llevaran a cabo una acción solidaria con los damnificados, aún pudiendo resultar paradójicamente un aliciente en el humor de los afectados frente a las elocuentes responsabilidades de ese mismo Estado. Lógicamente que a diferencia de una simple “acción de gracias” (que en determinadas circunstancias trágicas nunca está de más), no solo distribuíamos “lo recolectado” sino también nos hacíamos eco de su denuncia: “¿por qué siempre que llueve lo que nos inundamos somos los pobres?” Lo cual para un Estado a veces puede conllevar irremediablemente a una pregunta mucho más "peligrosa" luego de alguna respuesta tentativa de la primer pregunta: “¿Entonces qué hacemos?
Una vez sorteado distintos retenes del Ejército y Gendarmería camino a la Ciudad de Santa Fé, el panorama que me encontré al ingresar a los lugares “transitables” del casco urbano   –que todavía lindaban con muchos “intransitables”- era muy parecido a lo que siempre me imaginé que intento graficar John Milton, el poeta y escritor inglés quien en las primeras décadas del Siglo XVII en su clásico El Paraíso Perdido  bautizó como  Pandemonium a la Capital del Infierno.
El problema es cuando baje el agua”, me dijo un viejo  en un humilde y arrasado  barrio llamado Santa Rosa,  creo;  impávidamente me contaba que había perdido absolutamente todo. Hasta su perro, única compañía. A su mujer, según él, ya la había perdido hacía algunos años.
Resultaba curioso. La frase del pobre viejo graficaba algo que no me hubiera imaginado. Suponía desde mi incrédulo e inexperto sentido común que “lo traumático” debía ser el agua. Pero no. Ese monto de angustia de los damnificados  cuyo devenir en desazón, vacío o furia dependía de algunas horas, quedaba absolutamente supeditado a “lo de abajo del agua”, pero no “al agua”. Para peor, esa imagen temida y odiada de los kilómetros de extensión de inundación terminaba actuando como un “velo” para cubrir el vacío del desastre (y) de esas vidas.

El Trauma (en la) como Catástrofe

Las catástrofes sociales en la historia de la humanidad resultaron ser paradójicamente una fuente de “inspiración” para el psicoanálisis en desarrollo algunas décadas después de su nacimiento. Sin la sanguinaria Gran Guerra Imperialista durante gran parte de la segunda década del Siglo XX, Freud quizás no hubiera ni siquiera rozado su resignificación de los conceptos –nada más y nada menos- de neurosis y trauma para arribar a una  estación “terminal” vital para la clínica de nuestros días: la pulsión de muerte y la repetición.
Dos años después de la culminación de la Gran Guerra, oh casualidad, Freud presenta en sociedad en su Más Allá del Principio de Placer, una casi inesperada conclusión en base a sus casi tres décadas de práctica clínica, evidentemente “afectada” por la escucha de los soldados que retornaban del frente de guerra… ilesos. Hasta ese entonces, en el aparato psíquico del individuo, el Principio de Realidad resultaba ser la negación de su par antagónico, el Principio de Placer: actuaba como un fiscal acusador del “buen placer”. La “cura” analítica pasaba por emancipar de las cadenas represoras al individuo ese monto de placer enclaustrado en el “inconsciente”. 
 Justamente, a partir de 1920, el inconsciente para Freud pasa a cobrar otro carácter más enigmático y complejo: lejos de ser simplemente una suerte de “paraíso perdido” alojador de placer reprimido al cual llegar por la vía interpretativa, ahora el inconsciente pasaría a estar de un costado indisociable a una nueva categoría: la “compulsión a la repetición”. Repetición del carácter más siniestro del individuo, contra sí mismo.
La Pulsión de Muerte como “com-PULSION a la repetición” en el inconsciente hace su aparición en escena de la manera más tétrica en el relato de los soldados que volvían del frente bélico afectados por sus escenas traumáticas, pero con una particularidad: los que no habían padecido ninguna marca, lesión o afección en el cuerpo eran los que solían inevitablemente revivir de manera enviciada y reiterada las escenas traumáticas en sueños y fantasías. Toda una lección. La Neurosis vuelve de la Guerra como –bautizaría Freud- una “Neurosis de Guerra”. Para peor, el sueño (traumático) como manifestación inconsciente ya no sería solamente una realización del deseo del soñante, todo lo contrario. Pasaría a engrosar la columna de enigmas para “ese” psicoanálisis de época, y nada más y nada menos que para su Padre.
Algunos (muchos) años más tarde, Lacan intentaría aportar cierto destello de luz al enigma sosteniendo que en los sueños traumáticos de lo que se trata es de “ligar” la energía como intento de dominación sobre el acontecimiento traumático. Ligazón como voluntad de inscripción (de representación) en la psiquis, algo así como construir un camino ciertamente fértil destinado a que los significantes puedan deslizarse y “ligar algo” (como suele referirse en el “truco”, juego criollo por excelencia ). Condensación y Desplazamiento de representaciones en Freud… Metáfora y Metonimia de significantes en Lacan.
En esta senda sinuosa, si de algo dieron testimonio las “neurosis de guerra” que “descubrió” Freud en el tortuoso relato de los veteranos de guerra, es que el trauma confiesa que siempre hay un “resto” no ligado en la psiquis.
Luego de años de insistencia del propio Lacan en identificar al inconsciente con esa –maldita y gozosa- repetición por la vía de la insistencia significante, un volantazo sorprendería a más de uno en su Seminario XI.

El análisis, más que en ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real"

La “pregunta del millón” sería por indagar sobre el paradero de ese “real”. Lacan propone como una suerte de brújula para un (imposible) hallazgo, un encuentro (fallido) condenado a escurrirse por merodear fuera de la frontera de lo simbólico. Así, retomando un término aristotélico, nos brinda la Tyche, encuentro con lo real, un “más allá” del camino enjabonado de significantes cuyo automaton marcaría la pauta de lo “sí” ligado.
Nada más irreductible en lo real que el trauma. Quantum psíquico anárquico e impronunciable… el dichoso “sin palabras” que a tantas veces solemos mencionar. Trauma como máxima prueba de un encuentro (siempre fallido) con lo contingente.  Originario de “adentro” o de “afuera”. Pero siempre con una fuerte resonancia y conmoción en el fantasma singular de cada sujeto.

Cuando lo que Inunda NO Es Solamente el Agua

En los últimos días, las consecuencias de las graves inundaciones en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata y sus alrededores, con barrios literalmente sumergidos bajo el agua, han no solamente desnudado las miserias de un régimen social –que parece haber retrocedido a una instancia Paleozoica, cuando la suerte de las civilizaciones primitivas estaba atada a una inclemencia natural- sino arrasado en la subjetividad de miles de vidas.
Somos testigos como se han proliferado distintos equipos “interdisciplinarios” –con predominancia de “psicólogos” (voluntarios o estatales) para “des-traumatizar” a los sujetos presuntamente afectados. En esa perspectiva, en muchos casos casi se obliga por la vía de la demanda a “hablar in situ” al sujeto en estado de desubjetivización. Con la mejor de las intenciones, sin dudas. Pero muy distinto a ofrecerle el cuerpo y la escucha, si así lo requiere.
Nuestro conservado sentido común indicaría que el sujeto “en shock” (trauma) se homologa indudablemente a “víctima”, y bajo ese significante se lo trata. Aún cuando la perplejidad por haber perdido absolutamente todo impide que alguna palabra pueda dar cuenta de lo indescriptible en la subjetividad. Victimizar a “la víctima” –aún bajo los más honorables y humanitarios fines- obtura cualquier vía de implicación con el trauma, arrojándolo sin quererlo a la repetición compulsiva más ominosa. Sin responsabilidad subjetiva, aún en situaciones donde lo que inunda no es solamente el agua sino que una marea de lo real ahoga a un (no) sujeto sin palabras, la culpa termina siendo un socio más en la desintegración subjetiva de la tragedia.
De acuerdo al manual de procedimiento,  la manera de abordaje “en situación” es pensar al sujeto como una “víctima” del cuadro –obligado- de “stress postraumático” con, por ejemplo, síntomas obligados de “pesadilla”, “irritación”, “insomnio”, “alteraciones en la concentración”, llegando a instancias muchas veces de convencimiento como terapéutica de “duelo express” que “recuperarán todo lo perdido” valiéndose de la tan bendita y "marketinera" resiliencia en el mercado actual de las psicoterapias, como punto de culminación. Si el arrasamiento de la inundación como desubjetivización jugó sus cartas la primera vez, a veces la falta de escucha también juega las suyas como segundo tiempo.      
Ese “Instante de ver” (donde de lo que se trata es solamente ofrecer el cuerpo y escuchar en silencio) que Lacan lanza como “lógica del tiempo” antes del “Tiempo de Comprender” y el “Momentos de Concluir” a veces puede ser más útil en un barrio inundado frente a semejante desintegración subjetiva que en inicio de un análisis entre las cuatro paredes de un cálido consultorio.

Mi Tyche, Mi Automaton 
  
Neurosis de destino solía llamar Freud irónicamente a aquellos relatos neuróticos donde el paciente se quejaba de una presunta y diabólica predestinación a su padecer por fuera de toda responsabilidad subjetiva.
Comencé el presente artículo obligado por las circunstancias dramáticas de los últimos días en la Ciudad de Buenos Aires y La Plata, hablando de mi experiencia traumática vivida exactamente una década atrás, en las inundaciones de la Provincia de Santa Fé. Trauma en dos tiempos, sino no es trauma.
Culmino estas líneas con los principales medios de comunicación alertando sobre una inminente inundación en la Provincia de Santa Fé causada nuevamente por las copiosas precipitaciones. Una década después que asistí a mi Tyche en esa provincia cuando participé siendo militante estudiantil de la asistencia a los damnificados.
Trauma en Dos Tiempos para Freud. O la Historia también en Dos Tiempos, la que tan gráficamente describió Karl Marx en su Dieciocho Brumario, la que “…se repite al menos dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Trauma del Sujeto en una Catástrofe Social y de la Humanidad entera.
  

Hernán Scorofitz