PROLOGANDO LA NUEVA SECCIÓN...
Muchas veces las paredes de las ciudades han hablado, por siglos, conmoviendo regímenes sanguinarios, dictaduras fascistas y hasta "democracias" imperialistas. Excavaciones arqueológicas en Pompeya e inclusive en los lugares provenientes de la Antigua Grecia dieron cuenta de pedazos de arcilla con grabaciones de textos y consignas políticas de la época. Durante la Segunda Guerra Mundial, la resistencia antifascista en los miles de kilómetros cuadrados de la Europa bajo el dominio nazi recurría a las pintadas de las paredes en las principales ciudades (los estudiantes alemanes de "La Rosa Blanca" fueron los pioneros). Los grafitis de la revuelta obrero estudiantil del Mayo del 68 contra la democracia imperialista y colonial de De Gaulle, muchos de los cuales hasta el día de hoy han quedado impregnados casi de memoria a la hora de evocarlos. En nuestro país, que devinieron en proclamas de una clase social contra otra, o en el anticipo de derrumbe de gobiernos o preludios de levantamuientos populares: el lamentable "VIVA EL CANCER", "LUCHE Y VUELVE" (por parte de la llamada Resistencia Peronista), "POR UN GOBIERNO OBRERO Y POPULAR" (durante el Cordobazo del 69), "NO AL GOLPE" (pintado por aquellas organizaciones que a finales de 1975 anticipaban el advenimiento de la dictadura sanqguinaria de Videla, las menos en la izquierda -la cual hasta un sector pintaba por el "GOBIERNO CÍVICO-MILITAR").
Recuerdo también con pocos años, cuando todavía no había caído la dictadura militar y recién con casi 6 años aprendía a leer en monosílabos entrecortado), contemplar frases inconclusas en las paredes de Buenos Aires (como casi todos los niños, cuando estaba aprendiendo a leer, leía compulsivamente y en voz alta cuanto cartel o jeroglífico me topaba por la calle): "ABAJO LA DICTA..." o "SE VA A ACABAR, SE VA A ACABAR, LA DICTAD......" Consiguientemente a mi lectura, mis padres discretamente comentaban entre ellos "pobres,les debe haber fallado 'el campana' y se tuvieron que rajar" Tuvieron que pasar algunos años para que pueda comprender aquello.
Por citar un ejemplo más reciente, las paredes de las calles de El Cairo durante la "Primavera Árabe" que derrocó el régimen tiránico de Hosni Mubarak, paredes que luego de 30 años de desnudez y desolación se transformaron en extensos murales de júbilo popular y revolucionario en las adyacencias de la Plaza de Tahrir.
Si en una recorrida por el Hospital Borda nos topáramos con un
paciente (y "ciudadano" de ese Estado dentro de otro Estado que es el
Borda) que en su habitual deambular por los pasillos y recovecos de la
institución nos alertara que "Doctor, en este Hospital, las paredes hablan",
cualquiera -guiándose por lo que se supondría que indicarían los
manuales de las llamadas ciencias de la salud- podría conjeturar que la
exclamación manifestada es propia de la locura que seguramente lo ha
condenado a un destino de -por-vida en esos pabellones y pasillos, donde
muchas veces la angustia desborda por las grietas de esas paredes que
según nuestro interlocutor, "hablan". Seguramente le diríamos que "sí" (como a los locos, obviamente) y seguiríamos nuestro recorrido.
Eso sí, si
la misma advertencia fuera señalada por algún amigo "cuerdo" en un paseo por los callejones y avenidas
de cualquier metrópolis (cambiando "Hospital" por "Ciudad" o "Barrio"),
el carácter del comentario de nuestro interlocutor quizás nos convocaría
a valernos de la metáfora poética para intentar hallar un sentido
oculto al leer en las palabras inscriptas en esos paredones, por fuera de toda inferencia sobre la locura o cualquier enfermedad mental.
Influído por el notable lingüista ruso Roman Jakobson, además de Ferdinand De Saussure -particularmente por sus estudios sobre las afasias como fallas del lenguaje-, Jacques Lacan tomó el concepto de metáfora como operador fundamental para recortar el carácter paradigmático (y no solo sintagmático) de la producción del lenguaje. Influencia en Lacan no solo de la lingüística sino del legado aristotélico: Aristóteles definía a la metáfora por su resonancia poética, al afirmar algo así como que el arte de la misma radica en "dar a una cosa la nominación de otra". No azarosamente en su texto La Instancia de la Letra, Lacan define a la nueva estrella de su clínica como "Una Palabra por otra" en la larga cadena significante. Por eso "...el síntoma es una metáfora, no es una metáfora decirlo, del mismo modo que el deseo del hombre es una metonimia..."
Así, encerraría para Lacan la operación de condensación que muchas décadas antes, inaugurando el Siglo XX, había presentado en sociedad Sigmund Freud en su célebre Die Traumdeutung (Interpretación de los Sueños). La metáfora lacaniana, como condensación justamente de Freud y Jakobson -entre otros- terminó por instalarse como un operador clínico fundamental hasta nuestros días.
De acuerdo a su enfoque estructuralista (bajo la influencia de quien reconociera Lacan prácticamente como "uno de sus maestros", el antropólogo francés Claude Levi Strauss), la metáfora lacaniana tomó prácticamente dos vertientes. La metáfora paterna -como aquello que se inscribe en el atravesamiento del lenguaje sobre el Sujeto y que lo habilita a abrir un sendero deseante "zafando" de los tentáculos estragantes del Deseo de la Madre, pero que tiende a "fallar" y "habla" en los fallidos, síntomas, sueños y formaciones del inconsciente- y, la Metáfora Delirante, cuando ante la imposibilidad de acuñar en el alma "semejante" Metáfora, el delirio viene -paradójicamente- a estabilizar esa catástrofe quasi apocalíptica que padece "el loco", toda vez que lo Real bombardea ese Imaginario (que solemos llamar "Yo") sin chance de refugiarse en la metáfora de lo Simbólico. Lo que Freud llamaba en el bendito Caso Schreber "vivencia de fin del mundo".
Retomando las enseñanzas de Freud sobre las psicosis (amén que en un momento de su práctica dió por culminado momentáneamente la práctica analítica con la locura) donde destacaba al delirio como "restitutivo", Lacan no rinde culto a la locura como lo han hecho varias corrientes filosóficas, inclusive provenientes -o que así se reclamaban oportunamente- de la práctica analítica, sino reivindica trabajar sobre su funcionalidad compensatoria.
Cuando Lacan decide "ir más allá que el Padre" y de-volver la locura al campo del psicoanálisis (o el psicoanálisis a los locos) bajo la proclama de "no retroceder frente a la psicosis", se traza tomar al delirio para tallarlo, pulirlo y refinarlo junto al paciente. Que el delirio no se torne -así como además "estabiliza"- en torturas constantes provenientes de un Otro que lo goza.
En el último tramo del dictado de sus anuales y legendarios seminarios, Lacan casi que patea el tablero (analizando la biografía y producción del escritor irlandés James Joyce) al afirmar que muchas veces en las psicosis, la escritura literaria, en lugar de "reemplazar" metafóricamente "una cosa por otra", cumple la función a través de la nominación de reparar una falla en el nudo (cuarto) de los registros de la psiquis (lo que en la jerga lacaniana sería llamado el "nudo borromeo" no advernido en las psicosis). A eso, o a algo parecido a "eso", Lacan lo llamó SYNTHOME. Como lo que estabiliza, distinto a una metáfora. Los que saben de letras bien saben que la literatura de James Joyce no se destaca por la proliferación y la abundancia de metáforas, sino por enigmas y "sin-sentidos".
El título de esta nueva Sección no es gratuito. Podría parecer un simple recurso metafórico, justamente (quizás lo sea). "Paredes Del Borda Que Hablan" equivaldría desde el sentido común a lo mismo de, por ejemplo, "Paredes Del Borda, Que Hablan". Sin embargo, "Paredes /Que Hablan/ Del Borda" apuesta a abrir a través de distintas recorridas por los pasillos y rincones del Borda, a la caza de las "sagradas esrituras" impresas en sus paredes, una aventura con el Sinthome de la Locura capturado en esas leyendas. Por momentos, abriendo el sentido a "Las Paredes del Borda...Que Hablan", en otros momentos, "Las Paredes Que Hablan... del (o "sobre el) Borda".
Vaya por último junto a la apertura de esta Sección mi homenaje al gran poeta Jacobo Fichman, genial vanguardista integrante del Grupo Martín Fierro -donde conociera a Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo-, quien permaneciera décadas asilado en el Hospital Borda, "derrochando" su creatividad, hasta decir "basta" en este mundo en 1970.
Excelente introducción!! Avanti!!
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