jueves, 2 de mayo de 2013

“DESMANICOMIALIZACIÓN” Y REPRESIÓN: UNA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA EN EL HOSPITAL BORDA




A los pocos minutos que llegué al Hospital Borda en la mañana del 26 de Abril, cuando ya era parte de la marea humana de compañeros y colegas del Hospital, activistas –e inclusive pacientes-  que poniendo literalmente el cuerpo resistía la salvaje avanzada policial sobre el mismo suelo invalorable que hasta finales del siglo XIX resultó ser la escenografía agreste de la quinta de la familia Vieytes, distintos destellos de reflexiones vinieron a mi cabeza, en los efímeros momentos de lucidez  que las circunstancias –y el reflujo de las balas y gases policiales- permitían por algunos minutos.
Sería una verdad de Perogrullo la condena política, humana y moral a un Gobierno que pretende garantizar el inicio de una obra fastuosa y faraónica en beneficio de la “Patria Capitalista Inmobiliaria”, demoliendo literalmente el único –e histórico- Taller Protegido del Hospital de Salud Mental más importante del país (algunos dicen hasta de toda Latinoamérica) y asegurando semejante acto atroz  con una guardia de cosacos pertrechados como para recrear a los barbáricos ejércitos zaristas que por siglos arrasaron aldeas enteras de Europa y Asia.
Confieso que por momentos, bajo la agobiante balacera, tuve una sensación similar a la que me tocó vivir los primeros días del mes de febrero del año 2012, cuando en las páginas del matutino Página/12, un colega –con quien paradójicamente compartí muchos años de carrera universitaria y hasta cierta amistad- muy livianamente sostenía en nombre de la mentada “desmanicomialización” que “…no se discute: el manicomio se tiene que cerrar: nada de andar preguntando bajo qué condiciones. ¿Qué puede ser peor para un ser humano que su vida en un manicomio?
La imagen de la topadora del Estado resguardada por la Infantería demoliendo y arrasando “el manicomio” bajo una lluvia interminable de palos, balas de goma y gases,  inevitablemente me llevaron a evocar las palabras del colega (quien no tengo dudas que su pretendida apología dista mucho de las intenciones pérfidas de quienes ordenaron el operativo policial). En aquel entonces, me permití responderle  en un artículo que titulé “Buenos Aires No Es Trieste” (publicado por el mismo matutino la semana posterior, 09/02/12) donde alerté que “…Quien ya parece haber tomado nota de la “solución final” es el jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri…” Casi quince meses antes del brutal desembarco policial en el Borda.
Me arriesgo a decir que frente a lo dantesco vivido en el momento más álgido de la represión que sufrimos el viernes 26 de abril del 2013 en los jardines del Hospital Borda, poco podía resultar más semejante a la “solución final” contra los “manicomios”.
Si como decían nuestras abuelas “las comparaciones son odiosas”, para la ocasión no está de más agregar que ciertas “homologaciones” también lo son, o para peor, resultan siendo peligrosas (me abstengo de poner las comillas).
Hace tiempo vengo debatiendo con distintas corrientes (muchas de ellas por demás respetables, y que inclusive hace décadas desarrollan distintas actividades de carácter invalorable y voluntario en el interior de la propia institución cuestionada) el riesgo de equiparar casi como un sinónimo indivorciable al hospital monovalente de Salud Mental (como por ejemplo el Borda) con el agotado y retrogrado “manicomio”. Como siempre aclaro, sin perder de vista la persistencia residual de prácticas manicomiales a lo largo y ancho de las instituciones públicas y privadas de Salud Mental.
Considero que instar y convocar al cierre de una institución (en este caso sanitaria) que reproduce el carácter  opresor de un régimen social en decadencia como modo de combate, en lugar de surcar un camino de transformación de la institución (y por sobre todas las cosas de ese mismo régimen social de dominación que es su sostén) es pretender acabar con la rabia… matando al perro.
No tengo dudas que en las escuelas públicas y universidades se reproducen en las prácticas educativas curriculares, al menos, la misma lógica opresora, represora y hasta de “encierro”. Ya me tocó citar en otro artículo un lema inscripto en la pared de mi colegio secundario: “”.Los locos y los chicos dicen la verdad…a los locos los encierran…a los chicos los educan Aun así, ni las mentes más afiebradamente “libertarias” nos proponen a esta altura el cierre de la Escuela Pública con los mismos fines honorables y “liberales” de muchos que proponen el cierre inmediato de los “manicomios”.
Sin recuperar el peso de la palabra y el significante en el campo simbólico e imaginario de la subjetividad, Jacques Lacan no hubiera podido “retornar a Freud” en 1953, cuando el psicoanálisis naufragaba en el océano de la confusión. El carácter polisémico del significante tiene su sentido de acuerdo a la posición del agente del Discurso.   
Cuando durante el año 2010 tuve la oportunidad de seguir el debate sobre el proyecto de Ley Nacional de Salud Mental (finalmente aprobado a fines de ese año, pero que todavía no ha sido reglamentado por el mismo Poder Ejecutivo que promulgó la Ley), algunos pasajes me despertaron cierto recelo, o para el caso, al menos algunas reservas, mientras un sinfín de colegas se empapaban de un llamativo entusiasmo.
Cuando en su artículo 27 propone la prohibición de crear “… nuevos manicomios, neuropsiquiátricos o instituciones de internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes se deben adaptar a los objetivos y principios expuestos, hasta su sustitución definitiva por los dispositivos alternativos…” (sic) confieso que no fui tan “optimista” como la gran mayoría de mis colegas. De hecho, el carácter “marco” de la Ley abre la instancia para su interpretación particular a la hora que cualquier administración de turno  pretenda avanzar sobre “lo que queda” de los hospitales monovalentes de salud mental. Máxime, cuando aquellos “dispositivos alternativos” que establece la Ley como “recambio” al “viejo manicomio” hoy existen en su inmensa mayoría bajo la órbita privada o “semiprivada” (ONGs, Fundaciones).
Señalar esto en su momento –muchísimo antes que alguna mente afiebrada pueda imaginar la magnitud brutal del despliegue policial del Gobierno de Macri en el interior del Hospital Borda- (me) suscitó críticas por “pesimista”, “ultraizquierdista” o en todo caso, “funcional-al-discurso-médico-hegemónico”. Y si hablamos de “funcionalidad”, no fueron pocas las veces que el mismo Gobierno que desató su furia represiva se amparó en las leyes de salud mental para profundizar el proceso de vaciamiento de los hospitales monovalentes.
La salvajada represiva desatada en el Borda, pocos días atrás, termina siendo más funcional, en todo caso, a las propuestas de cierre de neuropsiquiátricos y hospitales monovalentes, independientemente de los principios y convicciones de sus portavoces.
Nada más parecido a una profecía autocumplida, o a una crónica de una represión (casi) anunciada.  

Lic. Hernán Scorofitz

2 comentarios:

  1. Yo adhiero a tu oensamient.También conozco la experiencia de Tri este quue me parece hermosa, pero no realizable aquí. En el Borda no solo hay enfermos mentales, sino fundamentalmente marginados de la sociedad. El que cree que no podrían estar peor no anduvo nunca por Buenos Aires una noche de invierno. Exijamos que sea un sitio digno, cuidado. Y cuidemos fundamentalmente los talleres, que permiten la externacion y la reinserción. Y sin embargo, es lo primero que hacen pelota. Esto no es mas que negcio.

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  2. Gracias, yo también voy mirando este movimiento entusiasta d desmanicomialización con cierto recelo: cuando veo la evolución de las clínicas privadas "progre", donde aparentemente se pasó o se está pasando de la atención personalizada humana a algo más pos-moderno - circuitos de cámeras de control de los "enfermos", los costos mensuales que treparon en un promedio de 30.000 pesos... bien para adelanto o será para atrás?

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