SECCIÓN CLINICA LITERATA (Casos)
Publicado en Revista Psyche Navegante Nº 100
Casi
a título modo catástrofe, un día feriado de diciembre del 2011, un “Gran Diario Argentino” (remarco
comillas) títula en una de sus páginas: “IMPREGNADO CON `VIAGRA`, SE VIENE EL NUEVO
PRESERVATIVO AZUL”. El
recurso literario me obliga a sumergirme en el artículo. El primer párrafo
pinta de cuerpo entero la importancia de ciertos significantes para “garantizar”
desde un Otro –a modo de promesas- un futuro desentendido de cualquier ápice de
angustia vinculada a la –no- relación sexual: “En lo que podría convertirse en toda una revolución sexual, el nuevo
preservativo con “viagra” promete erecciones más prolongadas. Su secreto: viene
impregnado con una sustancia vasodilatadora. El profiláctico es de color azul,
en clara alusión a las pastillas de viagra”. Revolución Sexual, promete,
prolongadas, azul…
La
tragicomedia de enredos de la –no- relación sexual se juega también en el
mercado del fármaco: sin lugar a dudas, la aparición a finales de la década del 90 del sidenafil (más conocida como “Viagra”,
al igual que el clonazepam es más
conocido como “Rivotril” -la que se toma para “bajar un poco”- o la fluoxetina es más conocida como “Prozac”
-la que “te dan para no estar tan bajoneado”-) conmovió el tablero del deseo:
si bien fue presentado en sociedad como un medicamento para “solucionar” los
problemas eréctiles, con el tiempo cambió su sentido (y su uso).
En
aquel entonces, confesar el uso del producto traía irremediablemente una suerte
de humoradas, siempre vinculadas a gozar a un otro que no podría ostentar
ciertos títulos de virilidad por fuera del uso del fármaco. O bien por su edad,
o bien por su “disfunción”. Con el tiempo la cosa fue cambiando. El fármaco “de
la vergüenza” pasó a ocupar el lugar de un amigo inseparable a la hora de
(os)tentar ya no esos títulos (muchas
veces sacados del bolsillo con cierta dificultad), sino los del goce absoluto
de un padre de la horda. De un valor de uso “médico” a un valor de cambio
“recreativo”. No casualmente, los significantes lunfárdicos lo metaforizan con
una claridad admirable: “ayudín” (en honor a la marca de un
clásico producto de limpieza argentino, como también se llamaba hace unas
décadas a los psicofármacos estimulantes –anfetaminas- y anabolizantes
consumidos por deportistas y estudiantes para aumentar el rendimiento deportivo
y académico respectivamente).
Y
ahora, para que no queden dudas y reforzar la “potencia recreativa”, en su
nueva versión “impregnada” en preservativos (hasta cuidaron las formas en lo Imaginario
del color del significante azul). Vaya garantías de “ayudín”, hasta a la hora
de cuidar y cuidarse de alguna enfermedad de transmisión sexual y/o algúm
eventual embarazo a futuro no deseado.
Recuerdo
no hace mucho el caso de Roberto. Con 25 años, se presenta a la primer
entrevista manifestando una mayúscula angustia: “Tengo problemas sexuales para rendir con mi novia”. Le pido que
me cuente un poco más (esperando la respuesta casi “cantada”). ¿Eyaculación
Precoz? ¿Impotencia? ¿Falta de Deseo? Nada de eso. “Mi problema es que llego al noveno coito (no es exactamente este el
significante que refirió) con mi novia,
me canso y no rindo más”.
Vaya
si el significante rendir no pasó a
cobrar un carácter polisémico en los meses que transcurrió el análisis (las
resistencias de Roberto –y seguramente la resistencia del analista- pudieron
más para interrumpir abruptamente el análisis por un casamiento con la novia
sin previo aviso en sesión). Rendir (productivamente), rendirle (sexualmente a
la partenaire), rendirse (como en la guerra).
Una
mañana nublada se presenta a la sesión un tanto angustiado. Mira por la ventana de mi consultorio: “Uhh… qué garrón… Está nublado!” Ingenuamente le pregunto cuál sería
el problema de una eventual lluvia de sábado. Inclusive arriesgo cierta apuesta
en la transferencia imaginaria: “¿Tenés
un asado, o qué jugar al fútbol?” Roberto sonríe, frunce el seño y reponde: “No, ojalá… El tema es que los sábados
cuando está nublado, mi novia quiere curtir todo el día, y no sé como decirle
que no cuando estoy cansado o no tengo ganas”.
El
“rendir” sigue desenrollándose en su polisemia:
Roberto me cuenta que tiene pensado empezar a tomar “Viagra” para
“rendir”; asociando más, cuenta que su
madre lo indaga permanentemente sobre los tiempos restantes para concluir su
carrera. “Me tiene las pelotas llenas, me
pregunta todo el tiempo, como si tuviera que rendir-LE cuentas de cuándo me recibo…”
En el Seminario X La Angustia, Lacan habla del orgasmo
como una “pequeña muerte”. De hecho,
la detumescencia fálica (lejos de presentar un costado patologizado
presuntamente “curado” con fármacos o terapias breves y milagrosas) es
reivindicada como un corte, un borde, un límite a una ideal de goce orgásmico
irrefrenable e ilimitado. “Ya no
es más que un trapito, no está allí más que como un testimonio, como un
recuerdo de ternura para la partenaire”.
Una función del objeto, pero no como potencia fálica inconmovible, sino como
resto de una (no) relación sexual.
El “ayudín”, primero en comprimidos
para evitar las “disfunciones”, después para potenciar el “rendir” (como
Roberto) y ahora en bonitos y azules profilácticos (para la cartera de la dama
y el bolsillo del caballero, particularmente para éste último) promete borrar
todo vestigio de angustia emergente de la (no) relación sexual (igual que los
otros “ayudines” para “no estar tan bajoneado y bajar un poco”).
Algunos referentes de la clínica psicoanalítica pomposamente hablan de una presunta “Caída
del Padre”, agregan que “ya no hay un Otro –generalmente social- que de
“garantías”. Muerte y Sexualidad, casi como par fundante del aparato psíquico
siempre hubo (en la medida que el ser habla) y habrá. Independientemente de
“los signos de la época” y las “nuevas subjetividades”. Consiguientemente,
“ayudines” también siempre hubo y habrá (hasta la antropología podría hacer sus
aportes sobre el valor simbólico de brebajes y cómidas afrodisíacas en los
rituales sexuales de distintas civilizaciones, muy lejos del “fármaco
milagroso”).
Si justamente se trata de oficiar
todo un suculento menú de “ayudines” para taponar la angustia emanada de la
(no) relación sexual y creernos que de lo que se trata es de rendir, rendirle (y terminar rindiéndose),
el último párrafo del Gran Diario
Argentino viene en nuestro rescate: “Además
del gel Zanifil para ayudar a las erecciones, Futura está desarrollando un
spray que ayuda a retrasar la eyaculación, y que se espera que llegue a las
tiendas de Estados Unidos el año que viene gracias a una alianza con el
fabricante de condones australiano Ansell”
Como reza una legendaria estrofa de
canción de una legendaria banda de rock nacional: “El futuro llegó hace rato”.
Hernán Scorofitz
Hernán Scorofitz
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