Copia de la Tapa Original Del Manuscrito "Über Coca" de Sigmund Freud (1883)
SECCIÓN PSICOANÁLISIS (i)MITO
Me atrevo a asegurar que cualquiera que elija el oficio de analista, al menos en esta latitud del planeta, y que encima de todo lo confiese o simplemente lo comente por las circunstancias que sean frente a un "Otro" -lego del arte de la escucha del inconsciente-, seguramente deberá atravesar algunas "escenas fantasmáticas" casi obligadas: desde una demanda de saber totalmente fuera de encuadre en plena "transferencia salvaje" con un típico "Vos que sos psicólogo... ¿Qué quiere decir cuando sueño que..." hasta prácticamente una demanda moral con insinuaciones "proyectivas" achacadas a la elección de oficio o profesión con el clásico "Uds. los psicólogos están todos locos".
Por razones de economía de tiempo y espacio, no me pondré quisquilloso y omitiré por qué los analistas no nos sentimos tan "a gusto" cuando nos endilgan -o a veces nos elogian- por ser "psicólogos" (aunque nuestro título universitario en la mayoría de los casos así lo acredite).
En todo caso, por razones casi de puro silogismos (o muchas veces de comodidad o de "razones de economía de tiempo y espacio"), los freudianos sí nos podemos hacer cargo que somos "psicólogos", pero no todos los "psicólogos" adhieren al psicoanálisis y al legado de Freud. Es justamente con El Maestro con quien a veces las "escenas fantasmáticas" pueden volverse, digamos un tanto más engorrosas o complicadas.
¿Qué analista nunca pero nunca, al señalar aunque sea discretamente su adhesión al psicoanálisis desde su práctica, no se encontró con: "Uh... pero ese Freud era un degenerado...! Y encima 'descubrió' la cocaína!"? Lo que podría hacer las delicias de algunas corrientes post de la filosofía -como por ejemplo el señor Michel Onfray quien desde Francia se ha abocado prácticamente en estos últimos años a publicar libros en base a presuntos datos autobiográficos de Freud para desacreditarlo- y a nosotros nos despierta nuestra escandalizada y elitista "estirpe intelectual" que todo analista lleva consigo, mirando y oyendo a nuestro interlocutor de ocasión como un supino ignorante que "habla por hablar", alimentado por lo que circula míticamente en eso que llaman "Imaginario Colectivo", en relación al psicoanálisis y su padre fundador.
Si "los locos y los chicos dicen la verdad" (por eso "a los locos los encierran, y a los chicos los educan" -brillante graffiti que estaba en el patio de mi querido colegio secundario), los "ignorantes" muchas veces también. Pero no los encierran y a veces, los "mal" educan. Hasta Lacan planteó que "la verdad es siempre a medias".
No considero a Freud como un "pervertido". A pesar de haber "inventado" eso que plantea que hasta los más "sanitos" llevan para toda su vida y en sus "entrañas del inconsciente" el deseo de fornicar con su madre y/o padre, además de indefectiblemente desear asesinar -casi siempre fallidamente- a este último. En todo caso le podemos achacar, si nos guiamos en nombre de la moral y las buenas costumbres, sus amoríos casi confesos con Minna (vaya nombre) Bernays, hermana de su esposa Martha. Así es, era amante de su cuñada -9 añitos menor- y hasta se iba a vacacionar a ostentosos hoteles en los Alpes Suizos con ella, con el conocimiento de su propia esposa, eso sí. Podríamos engrosarle quizás a la lista de reclamos por "buenas costumbres" ciertos tratos con sus hijos. Pero nada muy distinto a los millones de neuróticos que inundan los divanes por todo el mundo (y especialmente nuestro país).
Pero si se trata de asumir el lugar de "abogados defensores" de nuestro Maestro ante cada bravuconada que tenga que ver con eso que ...Y encima 'descubrió' la cocaína!, a la hora de echar un vistazo medianamente riguroso, estaríamos condenados a conceder la "culpabilidad" (pero no "la culpa") de nuestro Maestro.
Veamos.
En el año 1880, mientras la cocaína era incluída oficial y formalmente en la lista de medicamentos permitidos de los Estados Unidos (sí, leyeron bien), el joven Freud -con tan solo 24 años- se aprestaba a recibirse de médico en Viena. Como buen judío vienés, habiendo cumplido (seguramente con el deseo de su madre) con la graduación de la carrera de medicina, empieza a inquietarse con diversas publicaciones científicas. Se entusiasma con los testimonios del uso de la cocaína de Theodor Aschenbrandt, quien describe como la administración de esa nueva sustancia casi desconocida a soldados con agotamiento físico severo, dolor, estreñimiento y otras lesiones terminaba curando a los convalecientes combatientes con una velocidad increíble.
El año1884 es el año del "bautismo de fuego" del efímero culto de Freud por la cocaína. La degusta por primera vez a finales de abril, se la "prescribe" a su amigo Ernst von
Fleischl-Marxow -adicto a la morfina-. Le encantó. Entusiasmado casi maníacamente con las propiedades anestésicas (en eso radicó sus estudios con el médico oftalmólogo y austríaco Carl Koller para la anestesia local en cirugías oculares) y excitatorias de la cocaína, se aboca a la escritura de Über Coca; no duerme noches enteras para concluir lo antes posible su publicación -seguramente no era su "entusiasmo" lo único que permitía mantenerlo insomne- y en simultáneo a su escritura científica, derrochaba un sin fin de palabras en honor a su prometida Martha, con quien mantenía una fogosa correspondencia a distancia, donde no faltaban los elogios también a su flamante "descubrimiento". En una carta sellada el 2 de Junio de 1884, la prosa no expresa justamente un juramento de romanticismo y caballerosidad para su enamorada: ¡Ay de ti, mi princesa, cuando yo llegue ...
veréis quién es el más fuerte, una chica dulce que no come lo
suficiente o un hombre grande y salvaje que tiene cocaína en su cuerpo!. Para entonces, luego de "blancas noches" maratónicas, el escrito estaba prácticamente terminado.
Un año más tarde, la jarana de la euforia cocainómana "episódica" daría lugar al costado más "positivista" del Maestro. En Contribución al Conocimiento De los Efectos de la Cocaína (1885) Freud intenta demostrar que las causas de las conductas tipificadas causadas por el consumo de cocaína (irritación, euforia, insomnio) pueden hasta ser producidas por el mismo cuerpo humano. Dos años más tarde, mantiene una defensa casi militante pero condicionada de la sustancia investigada (y por sobre todas las cosas consumida). En 1887, en el texto Anhelo y temor de la cocaína sostiene una suerte de "condicionalidad" en lo que se refiere al grado de adicción inmanente a la sustancia, afirmando que los adictos a la morfina (que por ese entonces se contaban por centenares de miles sobre todo en las clases altas) serían el "terreno fértil" para el "mal uso" de la cocaína. Así como hoy las etiquetas de muchas bebidas alcohólicas rezan por el "beber con moderación", Freud sostenía lo mismo.
Quizás desalentado por la muerte por sobredosis de su gran amigo Ernst von
Fleischl-Marxow -a quien nos remitimos algunos párrafos arriba- más la reprobación de la comunidad científica que lo rodeaba, el Maestro se retira a sus "cuarteles de invierno" en lo que se refiere a su entusiasmo científico (y consumista) por la cocaína.
Nadie mejor que él para contar sobre como El Inconsciente pasa facturas, más tarde o temprano. En su -por momentos- habitual autoanálisis, en 1895, Freud relata su paradigmático Sueño de la Inyección de Irma. Un sueño del propio Freud donde su paciente (Irma desde luego era el seudónimo de la militante feminista de por entonces Emma Eckstein, vienesa de clase acomodada perteneciente a una familia socialista) aparece entre distintos invitados en "un gran vestíbulo" y se muestra ante Freud "pálida y abotagada", lo que lo obliga a "llevarla hasta la ventana y revisar el interior de su garganta".Freud se reprocha -siempre en el sueño- haber "descuidado sin duda algo orgánico".
No importa para el caso las interesantísimas interpretaciones del descriframiento onírico del sentido y los significantes que Freud (y muchos años después Lacan) hace sobre el sueño. Ni por qué la inyección.
Aterrado, rememorando el sueño en su autoanálisis, "confiesa": "Lo que veo en el interior de la garganta: una mancha blanca y escaras en las conchas nasales". De acuerdo a las biografías autorizadas y "no autorizadas", más al propio testimonio de Freud a la hora de las interpretaciones, mientras la mancha remite el cuadro de difterítis que había aquejado a su hija mayor pocos años atrás, las "escaras" (o podríamos decir "lacanianamente" es-"caras") en la nariz desnuda el superyo culposo del propio Freud, habitué consumidor de cocaína por ese entonces para la supresión de hinchazones nasales. El detalle es que el Maestro sabía que una paciente suya que solía consumir cocaína padecía una necrosis de la membrana de la nariz.
Un verdadero monumento a la condensación y desplazamiento a manera de remordimiento gozoso y superyoico para pedir disculpas (nunca aceptadas) a su difunto amigo Ernst von
Fleischl-Marxow.
No sabemos si Freud fue un "degenerado". Pero sí, Freud soñaba, se angustiaba, engañaba a su mujer con su propia cuñada y encima de todo, tomó cocaína.
Hernán Scorofitz
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